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sábado, 29 de agosto de 2015

Les digo que entre los mortales no ha habido nadie más grande que Juan...Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús


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TEMAS PARA PREDICAR
¿BUSCAS LA GRANDEZA ENTRE LOS HOMBRES  O QUE DIOS TE DECLARE QUE ERES GRANDE?

Muchísimas veces en la vida, en diferentes dominios o actividades de nuestro diario vivir, buscamos ser «un grande». Cuando me refiero a ser grandes no estoy diciendo ser «agrandados». Me refiero a «ser un grande», «ser un gran padre, ser una gran madre, ser un gran amigo, ser un gran ministro, ser un gran hermano». En la Biblia, el libro a los Efesios dice que somos hechura de Dios.

  «Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica» (Efesios 2:10).

La palabra «hechura» es la misma que se traduce al español como «poema». Por lo tanto, el texto revela que en verdad «Somos un poema de Dios» destinados a ser grandes en diferentes funciones, actividades y lugares donde nos tocó vivir y llevar a cabo su plan.
Él nos escogió antes de la fundación del mundo para ser grandes, para marcar una diferencia al desarrollar todo el potencial que nos regaló como sus poemas preciados.
En los últimos años vi a muchas personas confundir el «ser grandes» con ser «agrandados». Individuos que han logrado el espacio y contexto de autoridad o que Dios les ha abierto puertas para bendecir a su Pueblo.

El Señor los bendijo con miles de santos a su cargo y en vez de servirlos se enaltecen. Han construido grandes iglesias, con grandes presupuestos y enormes edificios. Pero también con grandes murallas entre ellos y la gente que Dios puso a su cargo. Guardaespaldas, numeroso séquito de alabadores personales y altanería que sirven de muro entre el pueblo de Dios y ellos.


También observamos en el mundo actual aquellos que confunden «ser grandes» con «ser agrandados» en sus modales, hábitos y forma de relacionarse con otros. La arrogancia se convirtió en moda de una cultura exitista que dejó de lado la integridad y los valores que la Biblia declama.

Otros, que han sido llamados a ser grandes, se conforman con ser de promedio bueno.
Frecuentemente son buenos en la mediocridad, pero cuando quieren participar de grandes juegos en su vida, ser grandes en aquello que aman, les falta herramientas o modelos para seguir. Se conforman con ser promedio bueno. Una definición de promedio es: «el mejor de los peores o el peor de los mejores». ¿Quién desea ser del promedio desde esta perspectiva? Elevemos nuestra visión de ser grandes en cada área de nuestra vida.

Pero cuando queremos ser grandes, algo nos está faltando. Nos preguntamos: «¿Hay algunas características en la Palabra de Dios que nos enseñe a ser un grande?». Sí, las hay. Podemos aprender de las Escrituras a «ser un grande».


GRANDES PARA DIOS

  «Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos» (Mateo 5:19).

Llegará el tiempo en que aquellos que practiquen y enseñen las Escrituras serán considerados grandes en el reino milenario. No se los titulará grandes por lo que harán en el tiempo venidero sino por lo que hicieron en su vida, por haber elegido no ser pequeños a la estatura de las circunstancias, sino grandes a la altura del amor de Dios en su vida antes de la Segunda Venida del Señor Jesucristo.

¡Es posible ser un grande! Podemos elegir cambiar nuestra vida de promedios o fluctuaciones y pasar a diseñar acciones para ser grandes en nuestro diario vivir. En un mundo y un tiempo donde encontramos hombres pequeños que se arrastran tras el dinero o las pasiones, o agrandados por no haber sostenido aquello que los llevó a ser líderes, podemos elegir ser grandes, en cada pequeño acto de la vida, en cada hecho cotidiano, cada vez que nos relacionamos con otros o con el mismo Señor Jesucristo.

El salmista Jaime Murrel dice en una de sus canciones: «Amar no es sentir sino actuar». Y este es nuestro tiempo para amar a lo grande, no con migajas. Pero…, ¿Cómo se puede ser un grande?
La Palabra de Dios nos enseña cómo ser grandes en cada área de nuestra vida y no tener miedo de serlo.
¿Quién mejor que Jesús para enseñarnos y así aprender a ser un grande?
Jesús dijo:

  «Les digo que entre los mortales no ha habido nadie más grande que Juan» (Lucas 7:28).

El Señor Jesús hablaba de Juan el Bautista como el más grande de los mortales. Según Jesús, Juan era «un grande». ¿Qué características tenía este hombre para que Jesús dijera eso de él?

Si alguien quisiera ser llamado grande o saber si llegó a ser un grande en alguna área de su vida, quién mejor que Jesús para confirmarlo.

Qué magnífico sería que cuando el Señor retorne y estemos cara a cara, él pueda decirnos que hemos sido «grandes» cristianos, grandes ejemplos, grandes posiblidades para otros. Que nos diga «eres un grande».

Jesús dijo que no había hombre más grande entre los mortales que Juan el Bautista. Oír estas palabras de boca del Mesías nos anima a preguntar quién fue Juan el Bautista para que sea reconocido de esa manera.


JUAN EL LÍDER


Históricamente pensamos en Juan el Bautista como aquel profeta solitario enviado por Dios antes que Jesús. Pero vemos que fue mucho más que eso. Juan el Bautista fue un líder.
Cuando nos referimos a él como líder no estamos hablando de aquel que lleva la voz cantante en un grupo, o que tiene la autoridad para decir o hacer. No hablamos de quien dirige sino de quien lidera. No direcciona la vida de las personas sino que muestra un camino más excelente, abre espacios y contextos que antes no existían, crea nuevas realidades que antes no existían. Dirigir a personas genera una dependencia mortal con los dirigidos. Ellos no pueden vivir sin aquel que direcciona su vida. Cuando este desaparece, ellos también. Liderar es ayudar a crecer para que puedan pasar a nuevos niveles por su propia elección.

Entendemos por líder a alguien que va adelante de otros. Juan el Bautista fue alguien que iba delante liderando un proceso.

Para ser un grande primero debe ser un líder, no solamente de personas, sino también de su propia vida. Aprender a mirarse en el espejo del Señor y ver la gloria de Dios reflejada en su vida. No se empieza liderando a cientos de personas, sino a su propio ser, su entorno más íntimo, lo cotidiano. Con el primer equipo que trabaja el líder es con su propio ser. Y eso nace de la decisión de entrenar su propia vida y desarrollarse de tal modo que sus frutos sirven de ejemplo a otros.

En las últimas décadas, el entrenamiento disponible para los líderes los ha ayudado en su formación, no en su transformación. Se prepararon con técnicas de oratoria, de estrategias, de manejo de masas, pero poco hizo para los momentos de presión familiar, para guiar a la familia, para desarrollar una vida de santidad y ser luminares en medio de una generación maligna y perversa. Si bien son exitosos en sus trabajos, siguen entremezclados en diferentes dominios con la cizaña que crece galopante donde no logran diferenciarse.

En muchos casos no pueden ir más allá de lo que son. Aunque lo intentan, la formación no ayuda para ser poderosos espiritualmente y en su manera de ser, solo la transformación lo logra. Caen ante los ojos de los que lo siguen, de Dios o de las circunstancias.


LLAMADO A LIDERAR

En el Santísimo de los santísimos, el ángel Gabriel profetizó a Zacarías, el padre de Juan el Bautista sobre la vida de su futuro hijo:

  «Él irá primero, delante del Señor, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con los hijos y guiar a los desobedientes a la sabiduría de los justos. De este modo preparará un pueblo bien dispuesto para recibir al Señor» (Lucas 1:17).

Juan lideró el proceso de preparación para la llegada del Ungido de Dios. No fue solo una voz en el desierto o un profeta solitario que nadie seguía. Fue un gran líder que creó y generó los espacios necesarios delante del Señor. Lideró a un grupo de discípulos. Los escribas y fariseos lo respetaban y le tenían miedo y fueron a preguntarle en nombre de quién bautizaba. No ponían en juego su autoridad para bautizar en nombre de Dios, sino en nombre de quién lo hacía. Influenció entre los gobernantes. La multitud (¡no pocos!) se acercaba a él para ser bautizada y arrepentirse de sus pecados.

No fue un hombre más. Fue el líder del proceso más apasionante en la historia de la humanidad: la venida del Mesías. Un proceso similar al que vivimos hoy, a la espera de la llegada del Señor. En este proceso Juan fue exitoso, «un grande». Podemos aprender mucho de él.


¿UN GRANDE EN ESTE MUNDO ACTUAL?

En el mundo de lo laboral existen trabajos que en los próximos 15 años desaparecerán. Serán reemplazados por sistemas robotizados o computarizados que cubrirán lo que hoy realizan individuos.

Esto ya está sucediendo en lo subliminal de las organizaciones. Quienes entrenamos personas podemos ver cómo algunos, por más que le muestre grandes ideas o procesos para su mejor desenvolvimiento en la organización, no terminan de asimilarlo porque hay como una conciencia de que a pesar de llegar al resultado, cuando lo logre, el mismo será irrelevante. Dado que la realidad cambia tan vertiginosamente que por más que se esfuerce en su trabajo, el mismo no será efectivo para cuando lo ponga en acción.

La mayoría de las organizaciones hoy diseñan acciones para mejorar el resultado. Pero cada vez se necesita más y más implementación empresarial para lograr el resultado buscado. Como sucede con los procesos actuales en el estudio de futuras vacunas. Los científicos encuentran que día a día los virus se fortalecen y necesitan de algo superior para ser eliminados.

Por eso, pensamos que en un futuro, el mundo no tendrá tanto que ver con el resultado que logre sino que el resultado sea la consecuencia de quien es usted. No solo el resultado por el resultado mismo sino como el final de un proceso de una manera de ser poderosa.

Ya no es tan importante el resultado en las relacionas humanas sino que antes de alcanzar el resultado sea un grande. En cualquier dominio de las organizaciones lo que determinará la diferencia entre el que tiene un trabajo asegurado, una vida tranquila y que pueda disfrutar de su diario vivir es si usted es o no un grande.

Cuando me refiero a grande, no lo hago desde el concepto de pensar que grande es aquel que tiene mayor cantidad de resultados por desarrollar en su trabajo para alcanzar la perfección sino grande en la manera de ser. A través de una poderosa manera de ser puede lograr el resultado que sea necesario en cualquier área de la vida. Deseo impulsar a que cada uno, en su diario vivir, sea un grande.

¿Cómo incorporar el valor «grande» en medio del mundo que hoy vivimos?
¿Qué significa ser un grande?
Para algunos pensadores ser un grande tiene que ver con el resultado pomposo y exuberante que la persona pueda tener. ¿Hay alguna manera de poder buscar en las Escrituras si hay un valor que determine lo que significa ser un grande?


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