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sábado, 4 de agosto de 2012

El Punto Crucial: La Preparacion del Obrero Cristiano - Parte I


 
Parte I – Piense antes de empezar
1.     Los entresijos. El diario de un obrero de corta estancia. Ian Wallace
2.     ¿Para qué están los cristianos? Peter Cotterell
3.     Salvados para servir. Philip Hacking
Parte II – Qué esperar y cómo hacerle frente
4.     ¿Por qué son distintas las culturas? David Burnett
     Un cuaderno con las primeras impresiones. Richard Suffern
5.     Cruzando el umbral. Ruth Batcherlo
     Un tiempo para madurar. Eva Pettigrew
6.     Cómo enfrentarse al “choque cultural”. David Burnett
     El poder de la impotencia. Cathy Humphries
7.     Cómo comprender a la iglesia nacional. Ken Okeke
     Primeras impresiones–Tres veces. Ruth Nickerson
8.     Cómo relacionarse con la iglesia nacional. Bill Roberts
     Me sucedió en Navidad. Sheena Lane
9.     Cómo nos ven los demás. Un cristiano nacional
Parte III – Cómo mantener el ritmo
10.     Devocionales para los que asumen riesgos. Pauline Hoggarth
11.     Cómo forjar buenas relaciones. Marjory Foyle
12.     El matrimonio de acá para allá. Roy y Jan Stafford
13.     Ser soltero y sentirse lleno. Ruth Fowke
14.     Cómo cuidar de su salud. Verónica Moss
15.     Cómo tratar la depresión. Marjory Foyle
16.     El comportamiento cristiano en situaciones de crisis. Peter Cotterell
17.     ¡Aprenda ese idioma! David Bendor–Samuel y John Hollman
18.     Ayudando a otros a aprender. Ruth Batchelor
19.     Cómo relacionarse con otras creencias. Bill Houston
20.     Guerra espiritual. Ruth Giesner
Parte IV – Pensar otra vez en casa
21.     Cómo presentar diapositivas e influir sobre la gente. Terry Gibson
22.     Endulce su regreso a casa. Stuart Buchanan
     El choque cultural a la inversa. Cathy Humphries
     Viejo lugar, nuevo reto. Eva Pettigrew
     ¡Tómese unas vacaciones! Mike e Issie Carter
23.     Mantenga encendido el fuego en el hogar. Jim Graham
Prefacio
La Biblia no se queda corta a la hora de aconsejar y orientar a aquellos cristianos que sienten el llamado de Dios para servirle en la misión. En el Antiguo Testamento se hace un énfasis especial sobre el llamamiento de Dios a las personas para que sean los mensajeros especiales de Dios, generalmente ante el propio pueblo del Señor. En los evangelios vemos como Jesús llama a la gente para que deje sus redes u otro tipo de trabajo y le siga en un servicio costoso y sacrificado. Para muchos de ellos finalmente significó poner sus vidas por amor a Jesucristo y a su reino.
Pero en contraste con estos “llamados”, el Nuevo Testamento tiende a resaltar el concepto de ser “enviado”. Al final del evangelio de Juan, Jesús dice: “Como me ha enviado el Padre, así también yo os envío a vosotros” (Juan 20:21). En Hechos 1, Jesús les dijo a sus discípulos que recibirían poder cuando viniese sobre ellos el Espíritu Santo y que le serían testigos, primero en Jerusalén y después en Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra – en otras palabras, en casa y en el extranjero. No debían esperar a ser llamados, sino simplemente seguir con la tarea de testificar de Jesucristo allí donde estuviesen.
Algunas personas sí reciben una llamada muy clara y subjetiva para ir a cierta zona y asumir una determinada obra a favor de Jesucristo. Pero sospecho que la mayoría de las personas solamente después de mucha oración, de mucho pensar y luchar, llegan a la conclusión de que Dios quiere que se ofrezcan a sí mismas para una esfera determinada de trabajo en un lugar concreto. El apóstol Pablo recibió algunas de estas llamadas.
¿Debemos esperar todos nosotros a tener una experiencia así antes de empezar a movernos como testigos y embajadores de Jesucristo? El Nuevo Testamento sugiere lo contrario. La designación de los siete diáconos en Hechos 6 y la misión exploratoria de Bernabé entre las iglesias de Chipre, Cirene y Antioquía (Hechos 11) son sólo dos ejemplos de este principio puesto en práctica en la iglesia primitiva. En Hechos 16, el equipo que acompañaba a Pablo hasta Macedonia parece haber respondido de forma corporativa a la visión de Pablo, en lugar de haber recibido cada uno de ellos un llamamiento personal.
Muchos de los que lean este libro habrán experimentado un sentido de llamado o responderán al reto que presentan las necesidades del mundo. Espero y oro para que lo encuentren una valiosa preparación para el servicio que van a prestar. Pero otros puede que no se sientan llamados de una forma tan directa. ¿No se disponen a dedicarse al servicio cristiano a tiempo completo? ¿Deben conformarse con seguir el segundo mejor de los caminos? Desde luego que no. Todos los cristianos están llamados a ser testigos de Jesucristo dondequiera que estén, tanto en casa como en el extranjero, y cuando quiera que se presenten las oportunidades.
Lo que hoy se necesita con urgencia es que los cristianos sean testigos audaces y fieles de Jesucristo, que estemos abiertos a los impulsos del Espíritu Santo y que, al mismo tiempo, estemos dispuestos a ser retados por la iglesia a tomar nuevas responsabilidades, a la manera del Nuevo Testamento. Fue mientras la iglesia adoraba, oraba y ayunaba que Bernabé y Saulo fueron enviados desde Antioquía. Como comentó el canónigo Douglas Webster en una ocasión, “la misión nace de la adoración”.
Que este libro ayude a aquellos que van –y a aquellos que se quedan– a entender mejor tanto la motivación como las implicaciones de responder al llamamiento de Cristo con el que se despidió de sus discípulos: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19, 20).
David Applin
Director Internacional de Tear Fund
PARTE I:
Piensa
antes de empezar
1
LOS ENTRESIJOS
EL DIARIO DE UN OBRERO
DE CORTA ESTANCIA
Ian Wallace
Ian Wallace estudió derecho en la universidad de Southampton antes de unirse al equipo de personal del extranjero de Tear Fund. Trabajó con el programa ACROSS en Sudán y Kenia desde 1983 hasta 1985. A su regreso a Gran Bretaña trabajó en Swindon por espacio de tres años antes de marcharse de nuevo al extranjero con Tear Fund para servir de coordinador de ayuda y desarrollo con WEC Internacional en Guinea Bissau.
21 de enero – He llegado
No estoy realmente seguro de cómo esperaba que fuera este lugar. Desde luego es distinto a todo lo que he experimentado anteriormente. También es diferente de las fotos que había visto del Tercer Mundo –de alguna forma parecen despersonalizar a todo el mundo y dar la impresión de que la gente tan sólo está aguardando morir–. Aquí hay vida y la gente es real. No empecé a ver de golpe y porrazo escenas de terrible pobreza, como pensé que ocurriría, aunque me asombró que incluso una ciudad de este tamaño estuviera compuesta en su mayoría por chozas de adobe. ¡Hay tantas cosas nuevas e interesantes! Incluso la espera de una hora en el aeropuerto, mientras alguien encontraba un oficial de aduanas, no pareció tan mala, aunque sospecho que estas cosas podrían convertirse en una fuente de frustración una vez que haya pasado el interés inicial.
24 de enero – Lentitud en la comida
Ahora estoy empezando a acostumbrarme al calor –al principio no podía comprender por qué me sentía con tan poca energía, pero es obvio que el calor tenía mucho que ver con ello. No es un calor pesado, pero es como si alguien me apuntara con un secador de pelo durante todo el día y toda la energía que tenía a la hora del desayuno se hubiera evaporado.
Hablando del desayuno, podría mencionar mi confusión sobre los diferentes horarios de comida que hay aquí. La primera mañana me levanté esperando que el desayuno “tuviera lugar” antes de comenzar el trabajo –pero no es así, y evidentemente los demás extranjeros están tan acostumbrados a tomar el desayuno después de trabajar durante dos o tres horas que no se les ocurrió decírmelo.
Esta mañana he ido al mercado por primera vez –todo era ruido, color y movimiento. Me pregunto si cuando termine mi estancia aquí encontraré Inglaterra un poco gris y monótona. Probé fortuna con los trueques– no estoy seguro de si hice una buena compra, pero todo el mundo se rió de mis titubeantes intentos por decir un precio más bajo. Felizmente, es bastante fácil entender el dinero, aunque no tengo ni idea de cómo está al cambio con la libra esterlina.
12 de febrero – Ansias de aventura
Cuando el mes pasado, antes de marcharme, hablé en Christ Church acerca de mis motivos para irme al extranjero, seguramente habré parecido superespiritual. Estoy seguro de que el amor y el deseo de ver que se hace justicia se encuentran entre mis móviles, pero me doy cuenta de que muchos de los extranjeros están aquí porque les gusta viajar, y yo no soy distinto de ellos. No es nada de lo que haya de avergonzarse. Al contrario, parece que Dios ha utilizado mis ansias de aventura para dirigirme hasta aquí y para entrenarme para el tipo de dificultades que tenga que afrontar. Estoy seguro que no todo el mundo está preparado para este tipo de vida, no importa lo preocupado que esté por las necesidades de los pobres. Sin embargo, mi interés en esta nueva cultura me ha ayudado a sobrellevar la sensación de extrañeza de las tres últimas semanas. Tengo ganas de mudarme a mi casa –aún no está terminada. No me importa estar con otros– ha sido una buena manera de llegar a conocerles, pero me gustaría deshacer completamente la maleta. Todavía estoy esperando que llegue el resto de mi equipaje desde Inglaterra. ¡Estúpido de mí!, no se me ocurrió otra cosa que utilizar calcetines para llenar los huecos y ahora casi no me quedan calcetines. Creo que no me sentiré realmente en casa hasta que no tenga un lugar propio.
19 de febrero – Siento añoranza
Hoy he sentido mi primera punzada de añoranza. Escuchaba una de mis canciones favoritas cuando mi mente se remontó a una tarde de mediados de enero que había pasado paseando al perro por las colinas. ¡Parece que hace tanto tiempo de eso!
No pude darle muchas vueltas al asunto porque en ese momento llegó uno de los jóvenes cristianos. Simplemente venía de visita. Pasamos unos quince minutos juntos muy agradables, pero resultaba evidente que a mí me incomodaban los silencios más que a él. Por primera vez he sentido la frustración de no saber realmente bien el idioma. En la iglesia siempre hay alguien que traduce, pero aquí estaba solo y me di cuenta de lo limitado que estaba. Debo proseguir y aprender el idioma –¿de qué otro modo si no podré compartir realmente con la gente a la que he venido a servir?
3 de marzo – El peso de la pobreza
Hoy he podido adentrarme en la carga de pobreza con la que tiene que vivir la gente. En la superficie no se observa su pobreza porque los africanos son joviales y siguen adelante con la vida – esa es la razón por la que hasta ahora he estado ciego ante las circunstancias con las que tienen que apechugar en sus vidas diarias. Fue Luarte quien me abrió los ojos por primera vez y me hizo ver cómo es realmente su pobreza. Su esposa está embarazada y se desplomó mientras transportaba agua desde el río. Ninguno de ellos había comido desde hacía dos días porque preferían darle la comida que tuvieran a su hijo de dos años. Parece que el precio del sorgo había subido en el mercado y eso había dejado a mucha gente hambrienta. A la esposa de Luarte le habían diagnosticado una fuerte anemia pero no hay recursos médicos para ayudarla. El niño nacerá el mes que viene –oro para que tenga un feliz alumbramiento. Siento que mi trabajo ha adquirido un nuevo significado– ¡Deseo tanto ayudar a gente como Luarte y su esposa! Pero ¿estoy haciendo algún bien?
22 de marzo – Un lugar propio
Por fin me he mudado a mi casa e inmediatamente he intentado hornear el pan. La vida en este lugar parece ser un cruce entre un campamento y lo que debió de haber sido vivir en Inglaterra hace ochenta años. Nunca antes me había encontrado con gorgojos, y ahora entiendo porqué es tan importante tamizar la harina. Desgraciadamente debo de haber estropeado la levadura, ya que el resultado de mis esfuerzos se parece más a un ladrillo que a una barra de pan. Se me ha acercado un muchacho sudanés ofreciéndose para encargarse de las tareas domésticas –no sé si contratarle o no. Calculo que podría valerme por mí mismo y además, pensar en tener un criado parece algo paternalista. No obstante, no puedo negar que me siento extremadamente cansado y que aún no he empezada a lavar. ¡El chico parecía tan ilusionado con el trabajo! y yo sospecho que si no me hago con sus servicios no encontrará trabajo. Tendré que pensármelo un poco más.
13 de abril – Dudas
¿Qué estoy haciendo aquí? Me siento como pez fuera del agua. Venimos de fuera con grandes cabezas, pensando que tenemos todas las respuestas, pero no veo que esté haciendo ningún bien en absoluto. Ni siquiera puedo hablar su lengua – a excepción de unos sencillos saludos parece que el resto se resiste a venir. Y no sé que me pasó para perder los nervios con Jacob. Algunas veces pienso que soy un caso perdido.
14 de abril – Soledad
Ayer fue un mal día. Creo que el cansancio fue parte del problema, pero en este momento me encuentro decaído. Me muero por tener un buen amigo con quien poder hablar –para compartir mis dudas y preocupaciones. Estoy seguro que Dios me quiere aquí, pero estoy teniendo que aprender de una manera tan lenta y dolorosa que trabajar con otros cristianos no siempre resulta un gozo. Todavía hay muchas cosas que tengo que aprender sobre el trabajo en el extranjero. No tengo todas las respuestas a todos los problemas –hasta ahí está más que claro. También me doy cuenta de que resulta fácil hacer más mal que bien si se va demasiado deprisa. No existen soluciones sencillas al problema de la pobreza, y requiere tiempo comprender cuál es realmente la raíz del problema. No obstante estoy seguro de que animar a nuestros hermanos cristianos ante las dificultades que tienen que afrontar y proveer los recursos para ayudarles a escapar de las cadenas de la pobreza tiene su valor.
Jacob vino a verme a la hora del desayuno y hablamos largo y tendido sobre nuestras familias. Creo que él podría ser un buen amigo.
29 de mayo – La gente antes que los proyectos
Hoy hemos escuchado una información que dice que el ejército se ha amotinado y la gente ya está hablando de una guerra civil. Esto me ha hecho pensar en lo frágil que es gran parte de nuestro trabajo. Un disparo de mortero podría destruir una clínica recién construida. Sin embargo, en las últimas semanas he visto cambios en las vidas de uno o dos de mis amigos. Eso es algo que los hombres no pueden destruir. Quizás sea esto lo que Pablo quiso decir cuando comparó nuestro trabajo con el heno o la madera que se quema, o bien con la piedra preciosa que resiste la prueba del fuego. Sin duda cuando vuelva a casa la gente querrá saber acerca de los pozos que hemos perforado y los edificios que hemos levantado, pero ahora me doy cuenta de que estas cosas no son el aspecto más importante de nuestra obra.
7 de julio – El mendigo es mi prójimo
Me siento avergonzado de mí mismo. Digo que soy cristiano y sin embargo no fui capaz de desprenderme siquiera de un mendrugo de pan para dárselo al mendigo que llamó a la puerta de mi casa esta tarde. En aquel momento tenía un montón de excusas – era el último pedazo de pan que tenía y no había tiempo de hornear más. Ahora las excusas me parecen muy endebles. El dinero que le di para una taza de té fue un insulto para él y para mí fue, simplemente, la opción más sencilla – ¿dónde está el amor cristiano en todo esto? Hay tantos mendigos que tengo miedo de que me conozcan como alguien demasiado “blando”. También hay gente igualmente pobre que no mendiga. Señor, ¿qué debo hacer?
15 de julio – Un regalo extravagante
Acabo de regresar de un fin de semana “en la aldea”. Me invitaron a unirme a un pastor en la visita a una iglesia de refugiados y eso me ha dejado una honda impresión. Justo antes de que nos marcháramos, uno de los refugiados desapareció momentáneamente y cuando volvió me regaló un pollo. Este es un regalo extravagante para alguien tan pobre, ¡y sin embargo me lo dio con tanto gozo y sin sentir vergüenza alguna!. Inmediatamente me acordé del viejo mendigo al que despedí de mi puerta. Siento que hoy he aprendido algo acerca del verdadero significado de la generosidad. La próxima vez que el mendigo llame a mi puerta intentaré saludarle con más amabilidad.
2 de octubre – Delegación de responsabilidades
Hoy he tenido la oportunidad de ver como mi colaborador se enfrentaba él solo a un problema. Él no sabía que yo estaba allí y simplemente se ocupó de la situación. Debo confesar que me sorprendió ver lo bien que lo hizo. Siempre que ando por allí él tiene mucho cuidado de dejarme a mí a cargo de todo, de modo que no tiene oportunidad de demostrar su potencial. Ya está muy próximo el momento en el que necesitará más espacio para “desplegar sus alas” y acumular experiencia en cargar con la responsabilidad sin que yo esté presente. Debo estar preparado para seguir adelante pronto y dejar que él lo haga. Me resultará difícil dejar a estas personas a las que he llegado a amar tanto, pero es por su propio bien, y este es el factor primordial si de verdad voy a servirles a ellos.
10 de enero – Es difícil marcharse
Tengo un nudo en la garganta. Mi corazón está embargado por la emoción y estoy intentando por todos los medios contener las lágrimas. Todavía puedo ver a mi amigo a través de la ventanilla del avión y siento como si hubiera dejado allí algo de mí mismo. Los últimos días han estado repletos de fiestas de despedida. Casi era demasiado para mí. Todo el mundo lo pasaba bien, y sin embargo todos estaban tristes porque pronto iba a separarnos una gran distancia. Me pregunto si alguna vez volveré a ver a estos amigos. Sigo pensando en el joven cristiano que me dio una tarjeta llena de mensajes de despedida. Sin embargo estoy seguro de que hago lo correcto al marcharme – el trabajo que Dios me dio está terminado. Él me sigue llamando a otro lugar y debo seguirle. Mi colaborador, el joven, mis amigos, deben disponer de su propio espacio para crecer hacia la madurez. Supongo que me siento en gran medida como se sentirá un padre cuando un hijo se marcha de casa. Mi colaborador necesita su independencia; ha aprendido a arreglárselas por sí solo.
4 de febrero – De vuelta al frío
¡Inglaterra parece tan fría! De hecho la temperatura es bastante suave –a lo que me refiero es a la gente. Todo el mundo está tan ocupado con sus asuntos que nadie sonría ni dice hola–. Me siento solo, helado por el hecho de ver que todos se ignoran unos a otros. Extendí mi mano para saludar a otra persona, olvidando que los ingleses no se dan la mano de la misma manera que lo hacen en el extranjero. El chaval no se lo esperaba y eso produjo una cierta incomodidad por ambas partes. Al menos pudimos reírnos de ello.
Todo el mundo parece tan pálido y enfermo. No me había dado cuenta de hasta qué punto me había acostumbrado a la rica piel oscura africana. Nuestra sociedad carece del color de África en todos los sentidos– los abrigos grises tomar el lugar de las vistosas kangas. Sospecho que estoy siendo excesivamente duro con los ingleses –necesito tiempo para adaptarme otra vez a Inglaterra y tiempo para superar mi sensación de pérdida. Supongo que es esto a lo que llaman “choque cultural a la inversa”.
15 de febrero – Ahora soy diferente
Hoy he ido a comprar y he tenido que dejarlo. Me encontré con que no podía decidirme. En África, el jabón es jabón, pero aquí es Palmolive, Camay, Lux, La Toja o Heno de Pravia. ¿Cuál es la diferencia? –¿cómo elijo entre ellos?
Ha habido varias cosas que me han sorprendido. La gente parece conducir muy rápido, y sin embargo yo siempre me he considerado un conductor rápido. Estoy permanentemente asombrado de ver qué poca gente entiende de verdad los problemas del Tercer Mundo. El domingo tengo que dar una charla en Christ Church y no sé cómo voy a explicar lo que he aprendido de una manera fiel y, al mismo tiempo, sencilla. Ni siquiera estoy seguro de que sea posible, porque ya no comparto las mismas preocupaciones de la mayoría de personas que me rodea – parece haber una sima que nos separa. Me pregunto si alguna vez volveré a ser realmente el mismo.
2
¿PARA QUÉ ESTÁN LOS CRISTIANOS?
Peter Cotterell
Peter Cotterell sirvió con la Sudan Interior Mission en Etiopía desde 1957 hasta 1976. Actualmente es jefe de estudios del London Bible College, presidente de la British Church Growth Association y miembro del consejo de la European Church Growth Association.
Durante los primeros cuatro años de mi vida como cristiano supe lo que no debía hacer, pero desconocía lo que debía hacer.
Mis padres no eran cristianos. Nunca fueron a la iglesia y creo que jamás oraron, así que no podían enseñarme lo que debía hacer un cristiano. La iglesia a la que estuve asistiendo durante tantos años tampoco me ayudó mucho. Allí me dejaron bien claro que no debía beber alcohol ni fumar, que no debía ir al teatro ni al cine, y tampoco bailar –y si lo hacía no debían pillarme. No debía llevar corbatas de colores brillantes, zapatos con suelas gruesas, trajes elegantes o el pelo largo. Pero todo era negativo.
Fue entonces cuando una muchacha joven se hizo miembro de la iglesia y comenzaron a circular extrañas historias acerca de ella. Antes del culto del domingo por la tarde estaba en la calle repartiendo folletos e invitando a la gente, a cualquier persona, para que asistiera a la iglesia. ¡Qué raro! Después del culto volvía estar allí fuera, en esta ocasión invitando a los jóvenes a algún tipo de culto en un bungaló cercano. ¡Más raro todavía! Aparentemente no le resultaba extraño acudir a las colas del cine de la localidad y repartir invitaciones para después marcharse con algunas de las personas que estaban allí –y parece ser que algunas de ellas se convirtieron. Recuerdo que a la iglesia no le hacía mucha gracia, y desde luego no estaba muy impresionada. ¡Resultaba embarazoso! Ellos nunca habían practicado esa clase de conducta antes de que llegara Geraldine.
Yo estaba perplejo. Le di muchas vueltas. Sin duda ella estaba en lo cierto. Nadie había venido a buscarme a mí, pero si lo hubiera hecho… quizás hubiese encontrado el camino de Dios mucho más rápidamente. No podía ver nada en mi Biblia que estuviera en contra de lo que ella estaba haciendo. De hecho, me parecía que Geraldine simplemente estaba siguiendo el ejemplo de Jesús. Así que me uní a ella. Y finalmente nos unimos para siempre… ¡pero esa es otra historia!
Pronto me di cuenta de que lo que la iglesia estaba haciendo dentro de la iglesia era bueno, y de que lo que Geraldine estaba haciendo fuera de la iglesia también era bueno. Dentro y fuera estabamos haciendo lo que Dios quería que hiciésemos. Tenía dos respuestas a la pregunta: “¿Qué se supone que debe hacer un cristiano en el mundo?”.
Poco después de esto me enfrenté a una cuestión aún mayor: ¿qué iba a hacer yo con los restantes cincuenta años o así que Dios podría permitirme vivir aquí abajo? Había muchas posibilidades. Una vez que me hice cristiano descubrí el amor por el estudio, así que podía ser estudiante. Siempre fui un conversador, de modo que podía ser maestro o político. Se me daban bien las matemáticas, así que podía ser inspector de hacienda o lechero. Me hallaba en buena forma, de modo que podía converirme en cartero. Aquí fue donde aprendí una lección muy importante: Podía ser cualquiera de esas cosas y todavía estar haciendo en este mundo lo que Dios esperaba que yo hiciera como cristiano.
En realidad hice algunas de esas cosas. Fui estudiante y otros estudiantes llegaron a ser cristianos. Fui maestro de escuela. Hace algunos años un hombre se acercó a mí un domingo en la iglesia y me dijo: “Usted no se acuerda de mí, ¿verdad?” Tenía razón, su nombre no me sonaba. “Usted enseñaba en la escuela donde estudié cuarto curso, y fue el primer cristiano de verdad con el que me encontré.” También fui un cartero cristiano, y descubrí muy rápidamente que comportarme de una manera cristiana no me hacía ser muy popular. Pero también eso hizo que algunos se convirtieran.
     Finalmente me convertí en misionero en Etiopía. Pero todavía me llevó mucho tiempo descubrir la siguiente parte de la respuesta a mi pregunta “¿Qué debería estar haciendo un cristiano aquí en la tierra?” Algunas personas parecían pensar que la respuesta era “ser misionero”. Y casi caí en la trampa de creer que lo que los cristianos debían hacer mientras estuvieran sobre la tierra era ser misionero, lo cual hubiera sido una tontería, porque descubrí que los misioneros cavaban jardines, mandaban cartas, construían escuelas, daban clases de aritmética, realizaban operaciones quirúrgicas, dirigían imprentas y llevaban los libros de contabilidad a fin de mes exactamente igual que la gente que estaba en casa. ¡Oh, sí! Y predicábamos sermones, traducíamos la Biblia y teníamos cultos de oración. Realmente los misioneros solamente hacían una selección de trabajos que otras personas hacían en todo el mundo.
Bueno, algunos de ellos lo hacían así. Otros eran distintos. Yo me daba cuenta de ello. Algunos de nosotros llevaba la etiqueta de “misionero” bien visible, y después seguíamos adelante con la tarea de vivir nuestras vidas de una forma muy parecida a como lo haría el resto de la gente. Pero había algunos a quienes no les preocupaba tanto la etiqueta de “misionero”, e incluso algunos no formaban parte de nosotros en absoluto. Por ejemplo los médicos cristianos que trabajaban en los hospitales del gobierno, las enfermeras, las personas que venían a ayudar cuando las hambrunas comenzaron a asolar Etiopía por primera vez, los maestros de escuela.
Todos parecían saber que estas personas eran diferentes. Un médico tenía habitualmente largas colas de mendigos fuera de su casa los domingos porque repartía comidas gratis. Un piloto no paraba de traerme gente porque sus matrimonios estaban hechos un desastre y él pensaba que yo podría hacer algo para ayudarles. Otra doctora tenía una numerosísima clase de escuela dominical en su casa; sus amigos iban desde las princesas hasta los limpiabotas (¡Lo sé porque todos asistieron a su funeral en Addis Abeba!). Y de ellos empecé a añadir más piezas a mi imagen de lo que debería hacer un cristiano en este mundo.
Y cuando llegué a juntarlas todas, descubrí a mi sencilla manera que mi tarea, mi labor en este mundo, consistía en vivir como Jesús.
VIVA COMO VIVIÓ JESÚS
Hasta el momento no he citado ningún texto ni he hecho referencia a grandes teólogos, ni siquiera a los recientes argumentos sobre la naturaleza de la misión cristiana. Simplemente les he contado cómo fui descubriendo gradualmente lo que debía estar haciendo en este mundo.
Pero alguna otra persona podría fácilmente estar en desacuerdo conmigo y decir que los cristianos deberían encerrarse en los monasterios, o asistir al seminario o meterse en política. Así que me resulta necesario decir que cuando miro la Biblia descubro que mi idea de lo que los cristianos deberían hacer aquí en la tierra no está tan desencaminada. Jesús se apareció ante sus once apóstoles el domingo de resurrección y les dio sus órdenes: “Como me ha enviado el Padre, así también yo os envío a vosotros” (Juan 20:21). En realidad ellos ya habían escuchado esas palabras tan sólo unos días antes, cuando Jesús estaba orando y decía: “Así como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo” (Juan 17:18). Así que Jesús quería que sus seguidores fueran al mundo igual que lo había hecho él.
Ahora bien, aquí debemos ser cuidadosos. Los musulmanes creen que deberían vivir como vivió Mahoma. Muchos de ellos entienden que esto significa que deberían vestir y comer como Mahoma y, en líneas generales, hacer o dejar de hacer lo que Mahoma hizo o se abstuvo de hacer. Se han escrito grandes volúmenes de tradiciones para decirle a los musulmanes cómo vivió Mahoma. Pero los cristianos no copian la manera de vestir o los hábitos alimenticios de Jesús, aunque vivimos como vivió él.
Vemos que Jesús tomó tiempo para estar con los niños. Le encontramos alimentando a la gente hambrienta, sanando a los que se encontraban enfermos. Parece estar más a menudo en compañía de los pobres que de los ricos e importantes. Vemos como Jesús oraba. Tenemos un relato de uno de sus sermones en la sinagoga de Nazaret. Allí le encontramos hablando en contra de la hipocresía, especialmente de la hipocresía religiosa. Jesús tenía algunos amigos notables, pero también se granjeó muchos enemigos. No era una persona especialmente cómoda para tenerla al lado; era impredecible. Resultaba evidente que era una persona de poder.
De hecho Jesús vivió una vida muy rica y diversa. No todo fue predicación, oración, sanidad o dar de comer a los hambrientos (y puedo estar viviendo como Jesús cuando hago cualquiera de estas cosas), sino que Jesús vivió de esta manera porque pensaba de un cierto modo. Mostró que tenía ciertas creencias –y enfatizo lo de ciertas creencias.
Jesús creía en la vida después de la muerte y creía en un juicio. Creía en el arrepentimiento. Igualmente creyó que Dios era Rey del universo y habló mucho acerca del reino de Dios. Jesús creyó en Satanás, el engañador, el tentador, y creyó que había un reino satánico contra el que luchó. Jesús creyó también que todos nosotros éramos prisioneros, esclavos del pecado, y su tarea, suya solamente, consistía en rescatarnos. Él lo llamó “redimirnos”. Todo esto forma la “cosmovisión” de Jesús. Y es precisamente la “cosmovisión” de una persona la que determina su comportamiento.
Si usted cree que no hay vida después de esta vida, ni Dios, ni juicio, entonces eso afectará las decisiones que tome acerca de cómo va a vivir. Al igual que Stalin, puede creer que la masacre de cientos de miles de campesinos realmente no importa; se trataba, en su opinión, de bestias superiores. Si como hace el seguidor de la Ciencia Cristiana, usted piensa que el sufrimiento es una ilusión, entonces no le preocupará mucho el dolor y el hambre. Si cree con el hindú que el sufrimiento de hoy es simplemente la consecuencia justa de su propio pecado en una vida anterior, entonces quizás no se preocupará mucho de los sin techo que se mueren de hambre en Calcuta o Bombay.
Así que el cristiano comparte la “cosmovisión” de Jesús. Yo creo en dos reinos: el reino de Dios y el reino de Satanás. Yo creo que la gente, algunos de ellos mis propios vecinos, son prisioneros de ese mundo del mal, a pesar de lo cual no se dan cuenta de ello.
Creo que algunos sistemas políticos, quizás la mayoría, están manipulados por el reino de Satanás y se erigen en contra de Dios. Y porque creo de la misma manera que creyó Jesús, vivo como vivió él. Esa es mi misión. Si quiere ponerlo en términos teológicos: creo en un cristianismo encarnado.
Eso significa que Cristo era Dios en forma humana, “Dios encarnado”. Era Dios viviendo entre nosotros de la manera en que todos nosotros deberíamos estar viviendo. Por tanto, él sabe exactamente todo lo que es este mundo. Y antes de regresar al Padre dijo que me estaba enviando al mundo como su Padre le había enviado a él al mundo. De modo que se espera que los cristianos sean una especie de encarnación en curso. Todos nosotros deberíamos estar haciendo hoy lo que Jesús hizo cuando estuvo aquí.
Las consecuencias deberían ser, pues, que otras personas comenzaran a vivir de la misma manera. Y eso parece ser exactamente lo que Jesús tenía en mente cuando les dio las órdenes a sus apóstoles, en lo que se ha dado en llamar la “Gran Comisión”:
“… Id y haced discípulos a todas las naciones… enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado.”
Mateo 28:19, 20
Jesús no les dijo a sus apóstoles que debían fabricar gente que asistiese a la iglesia, ni siquiera convertidos. Lo que Jesús quería eran “discípulos”. Discípulos son aquellas personas que viven de la misma manera que vivió su maestro.
De hecho vale la pena fijarse en que muy pronto a los cristianos se les llamó la gente del “Camino”, probablemente no más de un par de años después de la resurrección de Jesús. En Hechos 9:2, Saulo de Tarso obtiene permiso para arrestar y encarcelar a cualquiera “que hallase del Camino”. En Hechos 19:9 leemos que algunas de las personas de Corinto “rehusaban creer, hablando mal del Camino delante de la multitud”. Y de nuevo en Hechos 19:23 se nos habla de “un alboroto no pequeño acerca del Camino”. Cuando Pablo fue arrestado en Jerusalén, admitió ante la turba que él había “perseguido este camino” (Hechos 22:4). Muy rápidamente el cristianismo fue considerado como una Camino de vida completo, no sólo como una colección de creencias teológicas o un credo. Aquellos primeros cristianos se convirtieron en la Gente del Camino.
Esto es importante. La misión de la iglesia hoy en día todavía es la misma: forjar la Gente del Camino, gente que viva de manera diferente. No necesariamente gente que aparezca en la lista de miembros de una iglesia, o que haya sido bautizada o haya firmado un papel o recitado un credo, sino gente que viva de una cierta manera.
Los cristianos tienen sus raíces en el judaísmo. Los judíos no tenían esa absurda idea de que parte de la vida era religiosa y parte secular, parte espiritual y parte material. Cada parte de la vida era religiosa y cada parte era espiritual. La mayoría de nosotros en Occidente hemos olvidado eso. Creemos que ir a la iglesia es religioso, pero ir al trabajo es secular. Lo hemos entendido mal: todo lo que hace un cristiano es religioso. Cada frase que pronunciamos, por la elección del vocabulario, su entonación e intencionalidad, es espiritual. Si vendemos detergente, existe una manera cristiana de hacerlo. Somos Gente del Camino. Nuestra misión es seguir el Camino y encaminar a otras personas para que lo sigan.
ACTÚE COMO ACTUÓ JESÚS
Pero ¿existen prioridades? ¿Son algunas partes de nuestra tarea más importantes que otras? Yo solía pensar que sí, pero ahora no estoy tan seguro. Miren ustedes, he vivido todo el proceso de la hambruna en Etiopía, cuando la prioridad era alimentar a los hambrientos. Pero recuerdo un horrible accidente aéreo en Addis Abeba que dejó a los muertos y a los moribundos esparcidos por un campo cercano al aeropuerto, y allí la prioridad era hablar sobre Jesús.
Decidí que la prioridad era una cuestión muy sencilla: consiste en hacer, en cada situación, lo que Jesús hubiera hecho. Bueno, no del todo; después de todo él era el eterno Hijo de Dios y yo soy una parte recomprada de su creación. Pero a pesar de todo, quiero ser como Jesús para la gente con la que me encuentro cada día.
Hay una pequeña frase en el Nuevo Testamento que suele ser malinterpretada, pero que explica lo que quiero decir: la frase “en mi nombre”. Jesús la utilizó al hablar de darla a alguien de beber (Marcos 9:41) y de recibir a los niños pequeños (Mateo 18:5), y Pablo la utilizó en su carta a los Colosenses.
“Y todo lo que hagáis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús.”
Colosenses 3:17
Ni Jesús ni Pablo quisieron decir que cuando le damos a alguien un vaso de agua para beber deberíamos entonar de manera solemne las palabras “en el nombre de Jesús”. Lo que quisieron decir era mucho más simple y más profundo: hacedlo como lo haría Jesús, como si Jesús fuera vuestro nombre.
No creo que debiéramos intentar identificar prioridades, como si fuera más importante predicar un sermón que darle a alguien un bocadillo. Dar bocadillos puede producir unos frutos espirituales notables. En Etiopía fui con un equipo de ayuda humanitaria a una zona de hambre. Estuvimos conduciendo un camión enorme, cargado de alimentos de emergencia, hasta el mercado de una ciudad situada al norte del país. Allí debíamos descargar y trasladar la comida a las montañas que había a lo lejos para dar de comer a los que se morían de hambre.
Pero cuando paramos el camión nos vimos rodeados inmediatamente por un gentío impresionante: cientos, quizás miles. Yo estaba un poco asustado. Hablé con los que estaban más cerca de nosotros y enseguida se dieron cuenta de que podía hablar su lengua. Se corrió la voz entre la multitud y comenzaron a pedirme que les enseñara sobre Jesús. No podían echarnos. Sabían que éramos cristianos. Ellos eran musulmanes, pero éramos nosotros, los cristianos, quienes, en el nombre de Jesús y a semejanza de Jesús, habíamos venido para alimentarlos. Su propia gente no se había preocupado. ¿Por qué lo habíamos hecho nosotros? ¿Por qué les alimentábamos sin preguntarles si eran musulmanes o cristianos? Si hubiera intentado predicar en el mercado un par de años antes sin duda mi vida habría estado en peligro. Pero hubo un tiempo para alimentar a los hambrientos físicos y otro para alimentar a los hambrientos espirituales. Las prioridades habían cambiado y ahora era el momento de predicar. Yo prediqué. Eso es lo que hubiera hecho Jesús.
Mi misión, mi tarea, la razón por la que Dios me ha dejado aquí, la tarea de la iglesia, es vivir como Jesús.

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