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sábado, 4 de agosto de 2012

siervos los unos de los otros: lavarse los pies unos a otros


CÓMO RELACIONARSE
CON LA
IGLESIA NACIONAL
Bill Roberts
Bill Roberts fue secretario itinerante de Scripture Union en Nigeria. Este período incluyó dos años y medio de guerra civil cuando una región de Nigeria intentó segregarse y formar un país independiente denominado Biafra. Bill se quedó en aquella zona azotada por la guerra durante toda el tiempo que duró el conflicto y de resultas del mismo escribió el libro Life and Death among the Ibos . También trabajó con Scripture Union en Sierra Leona como secretario itinerante y secretario general. Desde junio de 1986 ha trabajado con Tear Fund en calidad de jefe del departamento de Evangelización en el Extranjero y Educación Cristiana. Bill está casado con una norteamericana que fue misionera en Sierra Leona y ambos adoptaron dos niños africanos discapacitados.
La mayoría de la gente que va al extranjero se sorprende de la calidad de vida espiritual que encuentra en muchos países en desarrollo. No podemos dar por sentado que “Occidente es lo mejor”. Debemos dejar atrás ese inherente complejo de superioridad que desgraciadamente poseen la mayoría de los blancos.
Jesús les dijo a sus discípulos que fuesen siervos los unos de los otros, que “se lavaran los pies unos a otros” (Juan 13). Todo el mundo debería lavarle los pies a los demás y esperar, al mismo tiempo, que sus pies fuesen lavados por otros. En toda comunión debe existir un toma y daca si queremos que esa comunión crezca de una manera saludable, al igual que debe ocurrir en la relación matrimonial o en cualquier otra amistad íntima.
Cuando usted se una a la iglesia local del país al que ha sido llamado a servir, tendrá algo que aportar. También tendrá mucho que recibir. Si aspiramos al desarrollo de relaciones profundas a la manera de Cristo, tanto el dar como el recibir deben estar basados en una genuina humildad. Muchos misioneros han salido llenos de celo por dar pero no lo han compensado con la humilde necesidad de aprender de y ser edificados por la iglesia nacional. El primer elemento fundamental de cualquier buena relación con la iglesia nacional es estar preparado para escuchar y aprender de todo lo bueno que hay en ella. Jesús también mandó a sus discípulos: “que os améis los unos a los otros, como yo os he amado” (Juan 15:12). Si el amor sacrificado va unido a la auténtica humildad, entonces no hay límites a la manera en que su relación con la iglesia nacional puede llegar a desarrollarse.
CÓMO RELACIONARSE CON INDIVIDUOS
Toda comunión está compuesta por individuos. Cuanto más llegue a conocerlos y entenderlos, mejor será su relación con ellos. Durante mis veinte años como misionero en África occidental descubrí dos formas concretas de desarrollar esta relación.
En primer lugar se fomentó practicando la hospitalidad en nuestro propio hogar. Normalmente teníamos dos o tres estudiantes de secundaria viviendo continuamente con nosotros. Esto no sólo nos proporcionó una maravillosa oportunidad de discipularlos en el ambiente natural de una familia cristiana, sino que también nos enseñó mucho acerca de los africanos y de su cultura. También era evidente para todos que amábamos a los africanos. Los africanos se sentían con la libertad de visitar nuestra casa porque comíamos comida africana, vivíamos de una manera sencilla y hacíamos la mayoría de las cosas como los africanos. Esto hizo que se fortalecieran nuestras relaciones en el plano individual. También evitó que cayéramos en el viejo peligro de convertir el hogar del misionero en un pequeño rincón de Inglaterra (o de Norteamérica) en tierra extraña.
En segundo lugar, establecimos relaciones saludables siendo objeto de la hospitalidad de los africanos. Mi trabajo me exigía viajar mucho, así que al planificar estos viajes buscaba alguna oportunidad para quedarme en las casas de cristianos africanos. Cuando yo, misionero blanco, recibía la hospitalidad de los africanos negros –era obvio que disfrutaba de ello– nuestra relación se enriquecía sobremanera. Una vez más se ponía en práctica el principio del toma y daca.
En una relación uno no sólo da, sino que también recibe, dando así lugar a un crecimiento equilibrado. Por descontado que habrá algunas dificultades al experimentar con una comida, unas prácticas culturas y unas normas de higiene diferentes. Pero pronto aprenderá que simplemente porque algo sea distinto no por ello es automáticamente inferior. Puede que incluso llegue a darse cuenta de que todas esas manos de pintura que le da a la pared en su país, junto con el frecuente cambio del papel pintado y las moquetas, no eran más que una forma de malgastar el dinero del Señor.
Siempre me ha impresionado la manera en que Jesús, el judío, le pide ayuda a la mujer samaritana –“Dame de beber”. Nunca se establecerá una relación entre dos personas si una parte está siempre dando y la otra siempre recibiendo. Pero si usted recibe con auténtica humildad y da con un amor sacrificado, entonces va a conseguir hacerse muy buen amigo de otros cristianos cuyos trasfondos puede que sean totalmente diferentes de los suyos. No importa que procedan del campo o de la ciudad, que sean cultos o analfabetos, ricos o pobres, negros o blancos. Mientras estén “en Cristo” y usted tenga el firme propósito de practicar el principio de dar y recibir, no cabe duda de que experimentará algunas relaciones llenas de significado.
CÓMO RELACIONARSE CON LA CONGREGACIÓN LOCAL
Puede que usted sea el único occidental en la pequeña iglesia de una aldea, o que se congregue en una iglesia grande y multirracial de la ciudad. Cualquiera que sea su situación, asegúrese de que llega a formar parte de la congregación local al máximo. El autor de la carta a los Hebreos dice: “No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre” (Hebreos 10:25). Esta comunión es necesaria en nuestras iglesias de procedencia, así que cuánto más no lo será cuando estamos viviendo en otro país.
Dicho de manera sencilla, quiere decir tomar parte en cuantas actividades de la iglesia local nos sea posible. En la práctica puede que eso no resulte fácil. Probablemente va a estar muy ocupado. Puede que vive a muchos kilómetros de distancia de la iglesia más próxima. Quizás tenga problemas con el idioma o no le encuentre mucho sentido a las actividades de su iglesia.
Pero no importa lo ocupado que esté y lo alejada que se encuentre su casa de la iglesia. Debe hacer tiempo para asistir a los cultos dominicales y a las reuniones de entre semana. Esto es tanto una necesidad para usted como un estímulo para los cristianos locales. Puede que tenga que viajar unos cuantos kilómetros, pero valdrá la pena de todas todas. Además, no es inusual que los africanos anden varios kilómetros para ir a la iglesia. Si la lengua que se utiliza no es el inglés, debe dedicar un tiempo al estudio hasta que pueda conversar en el idioma nativo.
Algunas veces la forma en que la iglesia lleva a cabo sus actividades puede parecer extraña. Tal vez no esté acostumbrado a cultos que duran dos o tres horas, o a sermones que duran más de una hora.
Cuando llegué a África, con mis veintinueve años cumplidos, nunca antes había asistido a un culto mortuorio, y no esperaba tenerlo que hacer a menos que falleciera un familiar o un amigo. Ahora entraba a formar parte de una sociedad que le daba una gran importancia al entierro de los difuntos.
Los velatorios, que duraban toda la noche y en los que un gran número de personas visitaba el hogar para darle el pésame a los deudos, ocupaban mucho tiempo y resultaban muy costosos, ya que todo el mundo esperaba que se le diera de comer. Cada día, antes y después del funeral, la casa del fallecido se llenaba de visitas. Algunas veces conversaban y otras no decían nada. Había que exponer el cuerpo, no sin antes haberlo sometido a un costoso proceso de preparación. Los familiares regresaban en avión de sus compromisos en el extranjero, con el gasto que esto representaba, sólo para estar presentes en el funeral.
Se pensaba que resultaban esenciales unos ataúdes muy caros para mostrarle el debido respeto al finado, con lo que a menudo a la familia le quedaba una gran deuda que luego debía pagar. El culto mortuorio en sí estaba repleto de tópicos, algunas veces falsos y otras extremadamente exagerados. En ocasiones, las actividades que seguían al funeral incluían intentos de establecer contacto con los espíritus de los muertos, aunque los cristianos locales no participaban en esto.
Al principio encontré más bien pocas cosas de valor en estas costumbres caras y que consumían tanto tiempo, pero gradualmente comencé a apreciar al menos algunas de ellas. Una visita a la casa y la asistencia al funeral eran expresiones de una afectuosa preocupación hacia los deudos y de respeto hacia el difunto. Lo opuesto sería considerado como un insulto tanto para la familia del fallecido como para este último. De ahí que cada una de estas costumbres fuera una forma aceptada de expresar amor y cuidado en el contexto de esa sociedad y dentro de la vida de la iglesia, así que si yo quería ser considerado un cristiano amable, comprensivo e interesado en los demás, también tendría que tomar parte en ellas.
     Si algunos de los deudos eran cristianos comprometidos, había sobradas oportunidades para dar un testimonio cristiano positivo a los visitantes que acudían al hogar. Hay muchas personas en África que han encontrado a Cristo mediante eventos como ese. Así que no se precipite en menospreciar las costumbres de la iglesia local. Con el tiempo verá sus virtudes, las cuales le ayudarán a establecer relaciones más significativas con la iglesia local.
CÓMO RELACIONARSE CON LOS DIRIGENTES DE LA IGLESIA
Los principios para ello son los mismos que en el caso de la iglesia local. Ore por los líderes, conózcalos, participe de la vida de la iglesia, póngase a disposición de los hermanos para
cualquier tipo de servicio y esté dispuesto a someterse a su autoridad. Quizás sea esto último lo que el extranjero encuentra más difícil en un país en desarrollo hasta que ese complejo de superioridad ha sido crucificado. Debemos darnos cuenta de que por el simple hecho de que el estilo de liderazgo de alguien sea diferente, eso no lo convierte necesariamente en inferior.
Suele haber gran variedad de líderes de iglesia que cuentan con capacidades muy distintas entre sí. Algunos son humildes, hombres de Dios maduros cuya autoridad es fácil de aceptar; con otros es posible que se haga difícil trabajar a sus órdenes. Algunos puede que estén muy organizados, mientras que otros tal vez tengan poca capacidad de organización. Esto puede resultar frustrante, pero el occidental, acostumbrado a trabajar en función de un horario, puede aprender mucho de aquellos que se concentran en las personas. Algunos dirigentes tienen una educación superior y otros no, y el occidental debe darse cuenta de que la sabiduría no sólo se adquiere mediante una educación formal. Algunos líderes son ricos, pero muchos son pobres; es posible que su diezmo exceda el total de las ofrendas de la congregación, en cuyo caso puede ser prudente no darlo todo a una sola causa.
Cualquiera que sea el tipo de liderazgo que se encuentre en la iglesia local, apóyelo tanto como pueda. Será entonces cuando desarrollará algunas buenas relaciones y hasta puede que le encarguen algunas responsabilidades especiales. Pero no permita que le inunden con responsabilidades que otra persona podría asumir si se le animara a hacerlo. Si tiene algún problema con los dirigentes de la iglesia sería bueno pedirle consejo primeramente a algún cristiano local maduro con quien haya desarrollado una relación de amistad y confianza, en lugar de ir directamente a la persona en cuestión. Siempre es aconsejable disponer de algún amigo íntimo en la iglesia local con el que poder compartir las cosas y orar por los problemas que puedan surgir; una amistad así puede llegar a tener un valor incalculable.
ME SUCEDIÓ
EN NAVIDAD
Sheena Lane
Sheena Lane se diplomó en enfermería y atención domiciliaria en su Escocia natal y trabajó durante quince meses en la isla Ascensión antes de servir en el extranjero con Tear Fund desde 1979 hasta 1987 en Paquistán. Trabajó como enfermera con el Proyecto de Atención Sanitaria Rural de Kunri, bajo los auspicios de la Iglesia de Paquistán, en la provincia de Sind. A su regreso a Escocia aceptó un puesto de enfermera
Mi peor ataque de choque cultural tuvo lugar hace unos dos años. Había cometido el error de volver a casa durante las vacaciones de Navidad. Llegué a Escocia el diecisiete de diciembre, después de haber dejado el desierto y la gente de la tribu tan sólo veinticuatro horas antes. Traje conmigo todo tipo de regalos para la gente, pero cuando fui a ver las tiendas de Escocia todos mis regalos parecían baratos, feos y defectuosos, y sentí que no podía dárselos a nadie. Fue una Navidad difíciltan distinta de la del año anterior en Paquistán, cuando Cristo era el centro de todo. En la sociedad escocesa Cristo no aparecía por ninguna parte. Para colmo de males, cuando regresé a Paquistán cinco semanas más tarde me fui al otro extremo y lo encontré todo rudimentario, sucio y ofensivo. Tardó un tiempo en arreglarse esta circunstancia.
Ahora que estoy tratando de adaptarme a la cultura de mi país veo que no estoy al día en mi profesión. Me esperaba cambios en la gente y en las relaciones, pero en el trabajo se hace mucho más difícil. Durante los últimos siete años he estado tomando mis propias decisiones, pero ahora estoy de vuelta en mi propio país y no se me permite que lo haga; todo tiene que estar por escrito y duplicado por si alguien se querella contra ti. La tecnología ha mejorado o cambiado tremendamente y no me he mantenido al día en cuestiones como los ordenadores, los aparatos y las modernas técnicas hospitalarias. Pero hubiera sido imposible hacerlo con tantos cambios y teniendo que hacerle frente a las presiones y tensiones de mi trabajo en el extranjero.
Otra de las dificultades que tuve al regresar fue encontrar a alguien con quien hablar sobre la situación en el extranjero – alguien que pudiera entenderme. Aprecié muchísimo mi pequeña estancia en Care for Mission y ahora me doy cuenta de que tendría que haber pasado allí más tiempo para relajarme y compartir mis cosas con oyentes comprensivos.
9
CÓMO NOS VEN
LOS DEMÁS
Un cristiano nacional
Este capítulo está basado en un artículo escrito por un dirigente cristiano de África y completado con material proporcionado por otro africano y un sudamericano.
Hubo un tiempo en el que estaba convencido de que cada norteamericano llevaba una pistola; era una conclusión que había sacado de la televisión. Así que cuando fui a estudiar a los EE.UU. les pedí a mis compañeros de estudios que me enseñaran sus pistolas. Me sorprendió mucho descubrir que no tenían ninguna. ¡A partir de ese momento me sentí más relajado en mi relación con ellos!
Tanto si nos damos cuenta enseguida como si no, lo cierto es que basamos nuestra relación con la gente de otras culturas en los estereotipos. Esos estereotipos se van formando a partir de lo que leemos en los libros, de lo que nos cuentan otras personas y de lo que vemos en películas y fotografías. Puede muy bien ser que nos presenten una imagen distorsionada. Así que cuando visite mi país, por favor no parta de las ideas preconcebidas. Cuanto más abierto sea, más fácil le resultará desaprender lo aprendido y volver a aprender.
Basándome en mi amplia experiencia recibiendo y trabajando con extranjeros en mi país, le ofrezco los siguientes consejos. Cuanto más en serio se lo tome, mejor recibido será y más valiosas resultarán sus habilidades.
NO CREA TODO LO QUE LE CUENTEN OTROS EXTRANJEROS
Algunos extranjeros han venido a mí y me han confesado que sus colegas les habían dado una impresión equivocada acerca de mí. A los extranjeros que proceden de trasfondos muy conservadores no les resulta fácil relacionarse con aquellos de nosotros que pertenecemos al país anfitrión y nos mostramos bastante abiertos y francos. Nos malinterpretan, nos tildan de “tozudos” y “maleducados” y echan por tierra nuestro carácter antes de que usted, el recién llegado, tenga la oportunidad de conocernos. Todos nosotros debemos pedir sabiduría para saber qué decirnos unos a otros, cómo evaluar esa información y qué debemos descubrir por nosotros mismos.
POR FAVOR, APRENDA NUESTRAS COSTUMBRES
Algunas de las cosas que hacemos pueden parecerle extrañas –¡pero no son extrañas para nosotros! Hay muchas cosas que necesita aprender, y que no puede aprender desde la distancia; debe venir y vivir entre nosotros. Recuerde también que todavía le vemos como un extranjero. Usted es siempre un embajador de su gente, país e iglesia.
La cultura en un país en desarrollo puede estar mezclada. Generalmente la cultura europea parece estar más desarrollada tecnológicamente y educativamente que la de cualquier país del Tercer Mundo. No obstante, en la mayoría de los países en desarrollo habrá grupos de personas que viven de una manera cultural y educativamente superior a la de algunos europeos. En la iglesia, encontrará algunos cristianos más maduros que los que dejó atrás. Esto me lleva al tercero de mis consejos.
DEJE SU PATERNALISMO EN CASA
Simplemente porque yo venga de lo que usted cataloga como un “país subdesarrollado” no quiere decir que como creyentes no podamos ser compañeros y trabajar juntos en nuestro servicio al Señor. He conocido a algunos extranjeros que pretenden comprender la situación local con tanta lucidez que toman decisiones en nombre de los cristianos locales. ¡Eso está mal! Los nacionales cometerán errores. Preguntarán cosas que a usted le parecerán tonterías. Puede que necesiten consejo u orientación, pero se les debería permitir que tomaran sus propias decisiones y nunca se les debería manipular para que hicieran algo en contra de su deseo. Deberían ser libres para decir “no”.
El apóstol Pablo nunca fue paternalista con las iglesias que fundó. Cultivó una relación de colaboración. Eran iglesias jóvenes que necesitaban dirección, pero Pablo siempre las trató como grupos que contaban con su propia organización y no como grupos que se encontraban directamente bajo su gobierno personal. Por favor, no olvide que tenemos el Espíritu de Dios tanto como puede tenerlo usted. Así que busque la forma de construir relaciones de confianza con aquellos junto a los que trabaja.
TENGA CUIDADO CON SU FORMA DE VIVIR
Generalmente hablando los dirigentes cristianos de los países en desarrollo creen que los extranjeros occidentales proceden de sociedades permisivas, pluralistas y materialistas. A menudo se dará cuenta de que somos más “conservadores” que la gente de su país. Lo que debe recordar es que la gente en el país anfitrión está observándole para ver si su comportamiento refleja sus creencias.
Ahora, si dice usted que quiere alcanzarlos con el amor, difícilmente actuará con amor si se comporta de una manera que aquí sea considerada ofensiva, ¿no?
No debe permitir que su libertad se convierta en una piedra de tropiezo para otros. Esto es lo que quiere decir Pablo cuando escribe: “si la comida es para mi hermano ocasión de caer, yo jamás comeré carne, para no poner tropiezo a mi hermano” (1ª Corintios 8:13). Hay dos aspectos de su conducta a los que debería prestar una atención especial.
Lo que se pone para vestir
Quizás tenga ganas de ponerse solamente aquello que le hace sentirse cómodo en un clima cálido. ¡Pero aquí puede resultar ofensivo! Nosotros creemos que la manera en que se viste dice mucho sobre usted. Debe llevar suficiente ropa para mantener su cuerpo adecuadamente cubierto y mantener nuestro respeto y aceptación.
La forma en que trata la hospitalidad
En Inglaterra probablemente usted pregunte una sola vez para saber si su invitado quiere tomar una taza de té. En mi país tiene que aprender a persuadir a la gente.
Una conversación típica podría ser algo así:
Usted: Zakayo, ven y come con nosotros.
Zakayo: ¡Oh, no! Tengo prisa. Comeré con vosotros otro día.
Usted: ¡Venga, Zakayo! Tómate algo, aunque sólo sea un par de cucharadas y luego te marchas. No te entretendremos mucho tiempo.
Zakayo: ¡No, no! Debo irme…
Y la cosa sigue así, pero al final se queda ¡y come mucho más que dos cucharadas!. Tal vez usted piense que no le estaba diciendo la verdad, pero en mi país si uno dice ‘sí” a la primera se considera que es codicioso, especialmente si visita inesperadamente la casa de otra persona. Y si usted pregunta una sola vez parecerá egoísta y la gente pensará que sólo les está probando porque realmente no desea que prueben su comida. Pequeñas cosas como estas pueden crear graves malentendidos y malas relaciones.
No importa a cuántos cursos de orientación haya asistido; siempre habrá situaciones en las que debe buscar consejo. Nunca tenga miedo de preguntar cuando tenga alguna duda.
APROVECHE LAS OPORTUNIDADES PARA TESTIFICAR
He visto a misioneros luchando con palabras y conceptos tan fragmentados que se perdían en medio de una jungla semántica. Se pierde un tiempo precioso en discutir la diferencia entre “misión”, “evangelización” y “testimonio”. No importa cuál sea su profesión o cuáles sean las metas y objetivos de su agencia, usted es, ante todo, un cristiano. Todo cristiano es un testigo, y Jesús dijo que el Espíritu Santo nos daría poder para testificar (Hechos 1:8).
La mayoría de nosotros cree que la misión incluye tanto la evangelización (llevarle el evangelio a las personas) como el desarrollo (ayudarles en sus necesidades diarias de modo que puedan vivir vidas saludables y realizadas). Lo que la gente necesita realmente es un servicio holístico. No es suficiente preocuparse de un aspecto de sus necesidades y descuidar todos los demás. Y no es correcto utilizar un ministerio que se ocupa de las necesidades materiales específicas de las personas como cebo para captarlos para un ministerio espiritual.
Recuerde también que tenemos que tratar a toda la gente por igual. Por ejemplo, no podemos darle agua a los cristianos solamente por el simple hecho de que la perforación de un pozo fuese un proyecto de la iglesia. Debemos darle agua a todos porque todos la necesitan.
Si mantiene un justo equilibrio puede estar involucrado en un ministerio de atención a las necesidades materiales y aprovechar las oportunidades para testificar. Estas oportunidades surgirán de forma natural como consecuencia de que usted es cristiano. Un testigo se limita a contar lo que sabe o a compartir lo que ha experimentado. Sin embargo un testigo no es un juez; es el Espíritu Santo el que convence a las personas de pecado (Juan 16:8). Lamentablemente, algunos extranjeros implicados en ministerios de ayuda material pierden de vista su llamamiento principal a ser testigos. Y a aquellos extranjeros y agencias que se concentran en la evangelización les pediríamos que por favor comprendan que muchas iglesias locales también están comprometidas en proyectos de desarrollo. No comprender esta circunstancia ha creado problemas en el pasado.
DIGA LAS COSAS COMO SON
Hace unos años estaba de visita en el país de origen de un misionero que se encontraba trabajando en mi país. Les había enviado a los suyos una presentación con diapositivas y una cinta casete, que yo presencié con gran desilusión por mi parte. El mensaje que transmitía estaba atrasado en por lo menos quince años. Cuando volví a casa le pregunté por qué su presentación no había sido más equilibrada. Entonces me explicó que no quería tomar fotos de mi país en las que aparecieran cosas que también estaban disponibles en el suyo porque pensaba que a la gente que lo había enviado solamente le interesarían las cosas “inusuales”. No se dio cuenta que se estaba equivocando al presentar únicamente lo “inusual”. Por favor, no presenten un extremo – sea de riqueza o de pobreza –sin presentar también el otro.
Esto no sólo es importante porque la gente que le envió a usted debería tener una imagen compensada, sino que también lo es porque cualquier persona originaria del país anfitrión que vea su presentación puede resentirse al verla. Algunos que han tenido esta experiencia han intentado luego oponerse a la labor de los misioneros.
Algunas personas justifican la presentación de la peor cara de las cosas en aras a conseguir generar compasión. No creo que esto sea justo. Una presentación honesta despertará la compasión de los corazones que han sido tocados por el amor de Dios.
Por último, por favor tenga cuidado de lo que escribe en sus cartas. Compruebe cuidadosamente los hechos y las cifras. Algunas veces es mejor no escribir sobre algo hasta que se solucione el asunto. Puede que deje a sus lectores contrariados o preocupados porque se encuentran tan lejos y no pueden ayudar. No obstante, si necesita escribir inmediatamente, por ejemplo para aclarar algún malentendido creado por los medios de comunicación, dé tantos hechos y tanto ánimo como le sea posible.
UN MISIONERO VISTO A TRAVÉS DE LOS OJOS DE UN NACIONAL
Lo que esperamos de usted
     Que trate a la gente con calor humano y cariño.
     Integridad, honestidad, humildad y trabajo duro.
     La capacidad de guardar secretos.
     Puntualidad, responsabilidad y respeto por los demás.
     Un deseo de mejorarse a sí mismo.
     Un hogar tranquilo y una familia ejemplar.
Lo que le pedimos que no traiga con usted
     Prejuicios tales como esperar que le asignen ciertos trabajos simplemente porque usted es el misionero, aun en el caso de que no tenga capacidad para desempeñarlos o que haya nacionales preparados disponibles.
     La superioridad que se resiste a aceptar la ayuda pastoral de cristianos nacionales maduros.
     El cuello de botella que se forma al darle toda la responsabilidad a los extranjeros.
     La inmadurez que da lugar al egoísmo y a la falta de sinceridad con uno mismo.
     La relación entre su dinero y sus deseos. En lugar de eso, respete por favor tanto nuestra dignidad como nuestros deseos cuando dé cualquier dinero.
PARTE III:
Cómo mantener
el ritmo
10
DEVOCIONALES
PARA LOS QUE
ASUMEN RIESGOS
Pauline Hoggarth
Pauline Hoggarth nació en Perú, donde sus padres trabajaban como misioneros de EUSA. Tras finalizar su licenciatura en lingüística aplicada enseñó en el Reino Unido y después inició el trabajo de Scripture Union en Bolivia, donde trabajó durante ocho años. Desde 1986 ha sido editora de las publicaciones de lecturas bíblicas para adultos en inglés de Scripture Union.
“Nuestro Señor no dijo: ‘Yo he venido para que tengáis seguridad, y para que la tengáis en abundancia’. Algunos de nosotros desde luego daríamos cualquier cosa para sentirnos seguros, tanto en nuestra vida en este mundo como en la venidera, pero no podemos tener ambas cosas: seguridad o vida. Debemos escoger.”
(Gerald Vann, TO HEAVEN WITH DIANA! pp. 51, 52).
Como seguidores de Jesús podemos vivir nuestra vida dentro de los límites de lo que resulta seguro, familiar y confortable, o bien responder a las invitaciones de la Biblia a vivir de forma arriesgada, agrandando las fronteras de nuestra fe, explorando nuevos territorios en compañía de Dios. “Escogeos hoy a quién sirváis…”; “Sígueme…”; “Tomad vuestra cruz…”; “Predicad la buena nueva a toda la creación…”; “No os conforméis a este mundo…”, “Amaos los unos a los otros…”. Todas estas son invitaciones a vivir la vida profusamente insegura que Dios nos ofrece. Y no es necesario ir al extranjero como misionero para vivir con riesgo en este sentido. De hecho, si no hemos comenzado a explorar las posibilidades de la vida aquí y ahora, en el sentido al que se refirió Jesús, probablemente no deberíamos pensar en marcharnos al extranjero. No podemos comenzar a amar y a servir a nuestro prójimo y estar abiertos a aprender de él atravesando las barreras del idioma y la cultura hasta que no hayamos aprendido a cruzar algunas de las barreras que existen aquí. No deberíamos necesitar dejar nuestro pedacito de hogar para involucrarnos en lo que Pablo llamó el “ministerio de la reconciliación” (2ª Corintios 5:18).
Nuestra disposición y capacidad para vivir arriesgadamente dependen de la calidad de nuestra relación con Dios –de la naturaleza de nuestra espiritualidad–. No podemos darle a los demás más de lo que estamos recibiendo de Dios: si intentamos hacerlo, nuestro ministerio se convertirá muy pronto en algo vacío e irreal.
TRES TIPOS DISTINTOS DE ESPIRITUALIDAD
¿Qué clase de relación con Dios nos dará la libertad de convertirnos en personas que podamos estar “atribulados en todo, pero no angustiados; perplejos, pero no desesperados… abatidos, pero no destruidos”?
Así es como se describe Pablo a sí mismo en 2ª Corintios, una carta que habla toda ella de la experiencia de vivir de forma arriesgada para Dios. Al estudiar esta carta en su libro A Spirituality of the Road (Espiritualidad del Camino), David Bosch describe tres tipos diferentes de espiritualidad:
1)      Define la espiritualidad tipo “Progreso del Peregrino” en función del tiempo que pasamos separados del bullicio del mundo y de sus exigencias. Es una espiritualidad de retiro, por así decirlo, de recargar las pilas espirituales para poder salir al mundo a amar y a servir a nuestro prójimo. “Tantos minutos de ejercicio espiritual me permitirán recorrer tanta distancia al día siguiente” (op. cit. p. 11). Puede que este sea el modelo con el que muchos de nosotros nos hemos criado –un espacio tiempo dedicado a lo espiritual al principio del día (o quizás al final) que no parece tener mucho que ver con lo que ocurre el resto de las veinticuatro horas.
2)      La espiritualidad tipo “Jonás” no nos saca del mundo, sino que nos arroja en medio de su trasiego. Estamos tan preocupados por amar a nuestro prójimo y lanzarnos a servir a los demás que nuestra relación vertical con Dios de alguna manera se ve exprimida. Nos convertimos en activistas ansiosos y pronto nos quemamos porque no estamos dependiendo de los recursos de Dios.
3)      El tercer modelo de nuestra espiritualidad mantiene juntos nuestra dependencia de Dios y nuestro llamamiento a implicarnos en el mundo y amar y servir a los demás. Nuestro modelo se encuentra en la cruz. “La cruz es, en un sentido, un signo de identificación total con el mundo. Jesús nunca fue más del mundo que cuando estaba sobre la cruz. En otro sentido es un signo de separación radical del mundo. Jesús nunca estuvo más enfrentado con el mundo con mayor claridad que aquí. La espiritualidad consiste en estas dos cosas al mismo tiempo.” (op. cit. pp. 15, 16).
DE VIAJE CON DIOS
Esta tercera manera de relacionarnos con Dios y con el mundo es una “espiritualidad en el camino”. Si la estamos practicando habremos comprendido que la vida cristiana es un viaje con Dios y nos tomaremos en serio las palabras del salmo 84:5: “¡Bienaventurado el hombre… en cuyo corazón están tus caminos!”. Estaremos dispuestos a explorar, a estar abiertos a nuevas formas de conocer a Dios, esperando que él nos cambie. Al abrirnos a la Palabra de Dios y meditar en ella querremos tomar con una mano los acontecimientos de nuestra vida diaria y con la otra los eventos de nuestro mundo. Nuestras conversaciones en la oración con Dios versarán sobre el estado actual de nuestro viaje.
Este tipo de relación con Dios nos protegerá de los dos peligros de la vida misionera: el peligro de volvernos descuidados y perezosos y de dejar de tener un sentido de dirección y propósito, y el peligro de convertirnos en personas que son conducidas, que son hiperactivas e intentan probarse a sí mismas por la cantidad de trabajo que hacen. En lugar de eso estaremos “viviendo en la suave tensión entre darnos a nosotros mismos en una total rendición a nuestro prójimo y, al mismo tiempo, disfrutar de la paz del Señor. El Jesús que dijo: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame’ (Mateo 16:24) fue el mismo que dijo: ‘Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar’ (Mateo 11:28). De nuevo nos encontramos con ese “doble movimiento” simultáneo: ir al mundo y salir del mundo.” (op. cit. p. 23).
¿Y CÓMO LO HACEMOS?
¿Cómo podemos asegurarnos que nuestra relación con Dios y nuestra relación con el mundo (los valores, la toma de decisiones, el trabajo, las amistades, el compartir nuestra fe, el servicio, el ocio, las actividades de la iglesia, el uso del dinero, la actitud y la actividad política, la lectura, etc.) se mantienen cerca el uno del otro en ese “doble movimiento”?
En primer lugar necesitamos contemplar con sinceridad el estado de nuestra espiritualidad ahora. Puede que tengamos que estar abiertos a los cambios; quizás estamos encerrados en algún sistema que aprendimos hace mucho tiempo, cuando éramos nuevos creyentes o niños. La idea de un cambio en nuestra relación con Dios puede parecernos amenazadora, o incluso puede darse el caso de que nos sintamos culpables al respecto. Todo esto forma parte del dolor y el gozo del crecimiento espiritual. Reconocemos que al hacernos mayores cambiamos, nos desarrollamos y tenemos diferentes necesidades. Pero algunas veces nuestra espiritualidad permanece estática y rígida; no crece con nosotros. Diferentes personalidades se acercan a Dios de maneras distintas, y necesitamos sentirnos libres de explorar nuestro propio modo, aprendiendo de otros pero no sintiéndonos culpables si no encajamos exactamente en su enfoque. “Todos los indicadores apuntan hacia una relación estrecha entre nuestro temperamento innato y el tipo de oración que mejor se adapta a nuestras necesidades. Los introvertidos preferirán un tipo de oración diferente de los extrovertidos (los términos utilizados son los que emplean Myers–Briggs en el test de personalidad)… Los sentimentales oran de una manera distinta a los sensoriales… Al ir creciendo en madurez y aprendiendo a hacer un buen uso de todas nuestras capacidades para vivir y relacionarnos, nuestra vida de oración debería enriquecerse. Si bien es posible que todavía prefiramos el tipo de oración que se acopla a nuestro temperamento natural, deberíamos familiarizarnos con las otras formas de oración que se han desarrollado a lo largo de los siglos.” (C.P. Michael y M. C. Norrisey, Prayer and Temperament –La Oración y el Temperamento, p. 16).
Sea cual sea nuestro temperamento, hay algunas cosas concretas y prácticas que pueden ayudar a que nuestro tiempo con Dios “crezca”.
Momentos específicos y oración “sobre la marcha”
Quizás haya tenido alguna mala experiencia con un enfoque muy rígido o legalista de pasar tiempo con Dios orando y meditando en su Palabra. Esto puede hacerle sentirse reacio a apartar un tiempo concreto del día. Quizá encuentre mucha más atractiva la idea de orar mientras va haciendo las cosas ordinarias de la vida cotidiana. Pero sin apartar un tiempo específico para centrar nuestra atención en Dios, nuestra oración “sobre la marcha” será superficial y mecánica. Existen evidencias en los evangelios de que Jesús tenía el hábito de pasar cada día un tiempo (generalmente temprano) con su Padre. “Si tenemos suficiente fe como para darnos cuenta de nuestra necesidad de orar regularmente y el coraje de perseverar, entonces estaremos abiertos a recibir un don muy precioso de Dios: una condición de corazón y espíritu en la que la conciencia de la presencia de Dios nunca está lejos de nuestro nivel de conciencia, así que regresaremos a su presencia con frecuencia, de una manera natural y gozosa.” Esto es lo que dice Sheila Cassidy en Prayer for Pilgrims (Oración para Peregrinos), un libro que recomiendo especialmente.
Si la idea de comprometerse a tener un tiempo devocional diario le asusta y cree que no podrá mantenerlo, intente proponerse un período razonable para cuando menos probarlo (seis semanas es un tiempo realista). Cuéntele a alguien su compromiso y pídale que ore regularmente con usted por ello. Encomiéndese a la gracia de Dios: es suficiente para usted, en esto y en cualquier otra cosa.
La Biblia nos mantiene auténticos
Pudiera ser que incluso haya tenido algunas experiencias negativas con la Biblia. Tal vez ha visto como se la utilizaba para manipular a la gente. Quizás haya partes de ella que le resultan dolorosas, que le hacen enfadarse y sobre las cuales nunca ha tenido la oportunidad de hablar y de expresar sus dudas o temores. No deje que esta experiencia tenga la última palabra. No evite esos trozos difíciles –ábralos a Dios–. Dígale cómo se siente, lo que no entiende y pida consejo a cristianos de confianza. Esté preparado para trabajar duro con las partes difíciles de la Biblia. Todo esto es importante porque cuando vaya al extranjero habrá muchas voces nuevas gritándole, se encontrará atrapado en situaciones nuevas, tendrá que pensar sobre valores distintos y experimentará relaciones nuevas y quizás difíciles. Puede que tiren de usted personas persuasivas y que encuentre difícil decidir cuáles son las prioridades. Necesitará ser capaz de medir y evaluar todas estas experiencias basándose en algo objetivo. Para el cristiano, esa vara de medir objetiva es la Palabra de Dios. A medida que el Espíritu Santo la aplique a nuestra vida y nos desvele el pensamiento de Dios, aprenderemos a comprender los eventos de nuestra vida a su luz y ello dará profundidad y estabilidad a nuestras respuestas.
Recuerdo
Esto significa simplemente revisar, generalmente al comienzo de nuestro tiempo con Dios, lo acontecido en las últimas veinticuatro horas y mirar hacia delante, en la medida de lo posible, a lo que nos puedan deparar las veinticuatro horas siguientes. Nos será de ayuda tomar algunas notas y apuntar nuestros sentimientos acerca de estos acontecimientos: ¿Los tememos? ¿Esperamos que vengan pronto? ¿No sabemos cómo reaccionar ante ellos? ¿Disfrutamos con ellos? ¿Cómo vimos la acción de Dios a través de ellos? ¿Dimos algún paso mayor de fe en ese momento? Al meditar sobre la Palabra de Dios (cualquiera que sea el sistema de lectura bíblica que utilicemos) podemos confrontar estos eventos a ella y esperar que Dios nos ayude a verlos bajo una nueva luz, nos dé una perspectiva inesperada y nos ayuda a evaluarlos a su manera.
Intimidad
Cuando Jesús dijo: “Permaneced en mí, y yo en vosotros” (Juan 15:4), estaba pensando en cercanía, en intimidad entre él y nosotros (Henri Nouwen, In the House of the Lord –En la Casa del Señor, p. 8–). Como seres humanos anhelamos la intimidad, y sin embargo también la tememos. Nos duele conocer y ser conocidos con profundidad por otra persona. Pero el proceso de abrirnos, de convertirnos en vulnerables, de descubrirnos ante otra persona, de estar dispuestos a escuchar al otro, nos atemoriza. Algunas veces no estamos dispuestos a correr ese riesgo, de modo que nuestras relaciones se mantienen a un nivel superficial, a menudo profundamente insatisfactorio. Algunas veces nos arriesgamos y experimentamos el gustazo de comprender mejor al otro, de ser escuchados, aceptados y amados.
En nuestra vida de oración con Dios este proceso de intimidad frecuentemente se acorta. Se nos ha enseñado que Dios lo sabe todo y lo ve todo. Así que no nos preocupamos por expresar en palabras nuestros temores, deseos, sentimientos, gozo, soledad, gratitud. O bien, como ocurre en una relación humana, sentimos miedo a abrirnos o que no estamos preparados para hacer ese esfuerzo. Piensa en la relación más importante e íntima que tenga. Imagínese si toda la comunicación que se da es esa relación se redujera a gruñidos y asentimientos con la cabeza, a listas de la compra, síes y noes. Compare su vida de oración con esto. Si su oración es tan pobre como esto puede que necesite hacer algo al respecto.
“Mi corazón ha dicho: ‘Buscad su rostro.’ ¡Tu rostro buscaré, oh Señor!”.
Salmo 27:8
La oración íntima puede ser una oración “sobre la marcha”. Al igual que aquellos momentos que apartamos para concentrarnos especialmente en Dios, podemos recordar los acontecimientos de nuestra vida y hablar en la intimidad con el Señor sobre ellos mientras estamos en el autobús, yendo al trabajo en bicicleta, planchando, cambiando una rueda o bañando al bebé. Si deliberadamente volvemos nuestra mente y corazón a Dios la intimidad con él se convertirá más y más en una parte de nuestra vida
y comenzaremos a darnos cuenta de que los antiguos “compartimentos” ya no existen, que nuestras vidas son más de una sola pieza y que inconscientemente estamos manteniendo unidas nuestra relación con Dios y la relación con nuestro mundo.
ALGUNAS SUGERENCIAS MÁS DE ÍNDOLE PRÁCTICA
1.     Suele ocurrir que los padres de niños pequeños se sientan muy poco espirituales debido a las dificultades de encontrar un tiempo para tener su devocional con el Señor. Aprenda a ser flexible. No se siente culpable. Pídale a Dios que le dé un tiempo de intimidad con él en momentos inesperados.
2.     Ir al extranjero supone una oportunidad de enriquecer su espiritualidad meditando en la Palabra de Dios en compañía de gente de otra cultura. Asegúrese de que está leyendo la Biblia en comunión con otros además de hacerlo solo.
3.     Pídale a Dios que le dé al menos un amigo de la cultura con la que trabaja, con el cual pueda orar y meditar en la Palabra de Dios. Esté preparado para confiar y aprender de él –y no sólo de sus colegas extranjeros.
4.     Antes de ir al extranjero tome las medidas oportunas para asegurarse de que cuenta con una serie de recursos a los que recurrir. La mayoría de nosotros necesita algún tipo de estructura para nuestro tiempo con el Señor: un libro de comentarios breves sobre los textos bíblicos y un calendario de lecturas diarias le ayudarán. Es preciso que estén ordenados, o bien puede solicitarle a un amigo que se los envíe sistemáticamente. Quizás le apetezca probar a leer de una versión de la Biblia que le resulte menos familiar.
5.     Lleve consigo algunos libros para enriquecer su lectura espiritual. Amplíe sus horizontes con algo de poesía (desde George Herbert a Steve Turner); hojee The Lord of the Journey (Roger Pooley y Philip Seddon) o alguno de los libros de Henri Nouwen (Reaching Out, Creative Ministry); pruebe con algunos de los clásicos espirituales: The Practice of the Presence of God del Hermano Lawrence, Confesiones de San Agustín, Revelations of Divine Love de Julián de Norwich. Échele un vistazo a Knowing God de J.I. Packer, Run with the Horses de Eugene Petersons o Celebration of Discipline de Richard Foster. Llévese un par de biografías: Surprised by Joy de C.S. Lewis o algunos de los libros de Joni Eareckson.
6.     Haga el experimento de escribir un diario. Podría tratarse de una combinación de diario y de las notas de sus devocionales –las anotaciones de sus recuerdos, los motivos de oración y las respuestas–. En momentos de soledad o de estrés puede ser una tremenda ayuda escribir sus sentimientos. En otros momentos le animará echar la vista atrás y comprobar la actuación de Dios en su vida. Y además disfrutará de la creatividad de la escritura.
7.     La mayoría de personas encuentra muy útil regresar al mismo lugar para pasar tiempo con Dios: la familiaridad nos ayuda a instalarnos en la presencia de Dios. En algunos países podrá salir fuera. Tal vez encuentra que su lugar es el cuarto de baño o el coche (¡aparcado fuera de la carretera!).
8.     Vale la pena pensar en su postura cuando lee y ora. Practique conscientemente la relajación de los músculos de su cuerpo y de la cara. Encuentra una postura que le ayuda a estar despierto y relajado en la presencia de Dios. Siéntase con la libertad de manifestar los estados de ánimo su oración con diferentes gestos (por ejemplo, al interceder por alguien podrían levantar sus manos a Dios mientras lleva a esas personas ante su presencia. Si está enfadado cierre sus puños. Exprese el gozo y la adoración a Dios de la manera en que se sienta más cómodo.
Por encima de todo, al examinar con sinceridad su tiempo devocional con Dios y la calidad de su espiritualidad, anímese. Dios le ama y le acepta. Jesús murió por usted e intercede por usted delante de Dios. El Espíritu Santo ora por usted cuando le faltan las palabras. El llamado de Dios para servirle en el extranjero, tanto si es por un plazo breve como largo, le ofrece una nueva oportunidad de meditar sobre su espiritualidad y de aceptar la necesidad de crecer y cambiar. Tome esa oportunidad con ambas manos.
“¡Bendito sea Dios,
que no echó de sí mi oración
ni de mí su misericordia!”
Salmo 66:20
PARA LEER MÁS
     San Agustín, Confessions, Hodder and Stoughton, 1983. Existen varias ediciones castellanas (N. del T.)
     David Bosch, A Spirituality of the Road, Herald Press, 1979.
     Sheila Cassidy, Prayer for Pilgrims, Collins Fount, 1980.
     Joni Eareckson, Joni: A Biography, Pickering and Inglis, 1980. Existe edición castellana (N. del T.)
     Richard Roster, Celebration of Discipline, Hodder and Stoughton, 1980.
     George Herbert, The Poems of George Herbert, Oxford University Press, 1961.
     Julian de Norwich, Revelations of Divine Love, Penguin Classics, 1984.
     Hermano Lawrence, The Practice of the Presence of God, A.R. Mowbray, 1980.
     C.S. Lewis, Surprised by Joy, Fontana, 1955.
     Chester P. Michael y Marie C. Norrisey, Prayer and Temperament, The Open Door Inc., 1984.
     Henri Nouwen, Creative Ministry, Image Books, 1978. In the House of the Lord, Darton, Longman and Todd, 1986. Reaching Out, Collins Fount, 1982.
     J.I. Packer, Knowing God, Hodder and Stoughton, 1973
     Eugene H. Peterson, Run with the Horses, Inter–Varsity Press, 1983.
     Roger Pooley y Philip Seldon (eds.), The Lord of the Journey, Collins, 1986
     Steve Turner, Up to Date: Poems 1968–82, Hodder and Stoughton, 1983.
     Gerald Vann, To Heaven with Diana!, Collins, 1960.
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CÓMO FORJAR
BUENAS RELACIONES
Marjory Foyle
Marjory Foyle fue galardonada con el Stanley Jones Award por los servicios médicos prestados en India. Ha trabajado en la India, Paquistán y Bangladesh como doctora misionera y como directora del Centro Psiquiátrico de Nur Manzil. Actualmente está ejerciendo como consultora de psiquiatría de muchas misiones y trabaja en el Missionary and Volunteer Health Service del Mildmay Mission Hospital de Londres, además de continuar con su ministerio itinerante por todo el mundo.
Los obreros cristianos en el extranjero se quejan a menudo de que las fuerzas que gastan intentando llevarse bien los unos con los otros reducen la energía disponible para realizar el trabajo que vinieron a hacer. Detrás de esta queja se esconde la ingenua expectativa de que los cristianos deberían vivir juntos en constante armonía. Sin embargo los discípulos se pelearon incluso cuando Jesús estaba físicamente con ellos. Por ejemplo, Santiago y Juan levantaron las iras de los demás con su búsqueda de un estatus para sí mismos y todos comenzaron a discutir acerca de quién sería el mayor en el reino venidero. ¡Así que no sorprende en absoluto que los cristianos de hoy en día se peleen de vez en cuando! No obstante, lo importante no es tanto que se peleen, sino qué hacen para resolver sus disputas y qué aprenden de esa experiencia.
Existen muchas razones por las que se producen malas relaciones entre personas que trabajan juntas. Tras muchos enfados está el hecho de que cada uno es diferente. Esto puede hacer que algunas personas se sientan amenazadas, y es que nos gusta etiquetar a las personas de forma bien diferenciada. Cuando no encajan en la categoría esperada, se despierta nuestra ansiedad, nos ponemos a la defensiva y el grupo se divide.
Está también el problema de los estereotipos, de nuestras ideas preconcebidas sobre las personas que están basadas generalmente sobre el aprendizaje durante la niñez. Por ejemplo, la mayoría de nosotros espera que los tejanos sean fanfarrones, los escoceses agarrados, los ingleses un poco snobs y los franceses elegantes. Incluso antes de encontrarnos con alguien, en nuestra mente se forma el estereotipo mental y levantamos defensas contra ellos. Cuando llegamos a encontrarnos de verdad con la gente en cuestión puede que no se parezcan en absoluto al estereotipo, lo cual nos confunde más y hace que nos pongamos más a la defensiva, y todo porque no los podemos ubicar en el lugar que creemos deberían ocupar.
En el trabajo en el extranjero existen cinco causas básicas por las que se producen problemas en las relaciones interpersonales. La mayoría de ellas están basadas en las diferencias individuales o de grupo.
CAUSAS FÍSICAS
El Dr. C. B. Dobson señala en su libro Stress, The Hidden Adversary (El Estrés, el adversario oculto) que las diferencias físicas son responsables de algunas de las variaciones en nuestro comportamiento.
Algunas personas funcionan mejor por las mañanas y otras por las tardes. La gente nerviosa tiende a estar más ansiosa el día después del día libre semanal y a encontrarse mejor hacia el fin de semana. A las personas que confían en sí mismas les ocurre a la inversa. Esta es la razón por la que las reuniones de personal al principios o finales de semana algunas veces pueden resultar difíciles –es mejor tenerlas a media semana, ¡cuando ambos grupos se encuentran más o menos a la mitad de su mejor momento!
Estas diferencias pueden crear tensiones en el matrimonio. Si la esposa es una persona de mañanas, bajará a desayunar aseada y preparada, vestida y, posiblemente, maquillada. Puede que su marido sea una persona de tardes, así que viene a desayunar arrastrando los pies y malhumorado. No soporta la alegría de su mujer, del mismo modo que ella no aguanta su apariencia desaliñada. A menos que comprendan el origen de sus diferencias pueden terminar discutiendo amargamente.
También ocurre que todos trabajamos a diferentes velocidades. Algunos son rápidos y otros lentos. Pueden surgir dificultades si los rápidos llevan a las personas lentas al agotamiento, o si los lentos frenan a sus colegas más rápidos hasta llegar a frustrarlos al máximo. Desde luego, las diferencias físicas nunca deberían convertirse en una excusa para un comportamiento inaceptablemente descuidado o negligente, pero comprenderlas puede ayudarnos a organizar nuestro trabajo y a ser tolerantes unos con otros. Quienes trabajan mejor por las tardes deberían planificar el trabajo más sencillo y rutinario para las mañanas, dentro de lo posible. Se pueden arreglar las cosas para repartir el trabajo a través de la semana. Tanto la gente lenta como la rápida necesita entablar un diálogo sobre sus respectivos ritmos de trabajo para que cada uno pueda sentirse libre para decir “No me frenes” o “No me empujes”. Sin embargo, bajo ningún concepto deberíamos utilizar las diferencias físicas como excusa para un trabajo mal hecho o para la incapacidad afrontar las emergencias. ¡Esta es una de las razones por las que Dios les da a sus hijos una fuerza suplementaria!
CAUSAS PROVOCADAS POR NUESTRO TRABAJO
Las fricciones que se producen entre los obreros antiguos y los nuevos son altamente perjudiciales para las relaciones interpersonales. Son varios los factores que entran en juego.
La fatiga y la consiguiente excesiva rigidez
Frecuentemente los misioneros más veteranos han sobrevivido a largos períodos de trabajo excesivo y lo han sobrellevado estableciendo unas rutinas rígidas que más o menos andaban por sí solas. Desgraciadamente, las rutinas pueden volverse obsoletas y la persona mayor puede estar demasiado cansada o demasiado anticuada para darse cuenta de ello. Los nuevos enseguida ven lo que está mal y, con la mejor intención del mundo, se apresuran a hacer sugerencias para cambiar las cosas. Lamentablemente la persona mayor a menudo toma estas sugerencias como críticas, en lugar de tomarlas como argumentos válidos. El resultado es que se hace caso omiso de las nuevas ideas con la excusa de que “no es la cultura”, lo cual provoca que los nuevos se enfaden y se frustren.
Los nuevos obreros deberían fijarse en que con frecuencia (y de una manera totalmente inintencionada) hacen sentirse inferior al personal más veterano. Resulta muy fácil que el personal de más edad se quede anticuado, y lo trágico es que intenten cubrirlo con el autocrático “complejo del gran sahib”. Algunas veces se niegan incluso a enseñarle nada a los más jóvenes porque tienen profundamente arraigado el temor a perder su posición. Si usted, en calidad de nuevo obrero, sabe apreciar de verdad lo que se ha logrado, será posible hacer sugerencias sin herir a nadie y rápidamente se pondrá en evidencia el deseo sincero de la gente mayor por aprender nuevas cosas.
Puede que los trabajos no sean lo que esperábamos
La descripción del puesto de trabajo resulta muy difícil de escribir y con frecuencia se escora mucho hacia el lado positivo, sin presentar los problemas y carencias de la situación local. Esto no es culpa de nadie, es tan sólo la manera en que funciona la mente. Así que no tiene ningún sentido enfadarse o sentirse frustrado ante la realidad de la situación: la percepción de una obra de muchos años por parte del personal más veterano puede resultar tan rígida como los métodos que usan para llevarla adelante.
Conflicto entre el trabajo espiritual y el trabajo secular
Esto puede llegar a ser un motivo principal de estrés. Los obreros cristianos deseen servir a la gente en el nombre de Jesús y también compartir el ministerio de la iglesia local cuando se presentan las oportunidades. Pero puede que se sientan tan sobrecargados con el trabajo profesional que haya poco tiempo o pocas fuerzas para nada más. Esto provoca el resentimiento contra los organizadores veteranos, que parecen aprobar la sobrecarga.
La única manera de afrontar esto es evitar la dicotomía entro lo secular y lo espiritual que parece implicar que algún trabajo es más espiritual que otros. Es una equivocación pretender que el Espíritu Santo está más implicado en el trabajo directo de la iglesia que en el trabajo profesional. Sin embargo, es importante intentar reducir el exceso de trabajo profesional de modo que el obrero pueda sentirse realizado en todas las áreas de su ministerio. Una solución consiste en preparar a mucha gente para que hagan una pequeña parte del trabajo, de manera que los profesionales superiores no tengan que ocuparse de los detalles y dispongan de tiempo para desarrollar otros aspectos de sus vidas y ministerios.
Por supuesto resulta esencial que usted mantenga su vida devocional personal, pero ello puede suponer tener que cambiar hábitos muy arraigados. Después de algunas noches agitadas en el trabajo le resultará casi imposible concentrarse en la oración y en la lectura de las Escrituras. No hay por qué preocuparse por esto – Dios es compasivo y cariñoso, y comprende bien las necesidades de las personas cansadas. El propio Jesús estaba cansado después de viajar. Él puede comunicarse con nosotros a través de un breve versículo de la Biblia, y nosotros podemos hablar con él mediante oraciones telegráficas hasta que estemos menos fatigados.
PROBLEMAS ADMINISTRATIVOS
Durante mi experiencia aconsejando a obreros cristianos que trabajan en el extranjero he descubierto una relación directa entre sus ansiedades y la estructura administrativa de las organizaciones que les han enviado. Si la organización tiene una constitución reciente que se revisa regularmente, se puede reducir la ansiedad del personal. Las políticas que cubren los más pequeños detalles de la vida de los expatriados ayudan a evitar las frustraciones que surgen si las pequeñas solicitudes tienen que enviarse para que el comité pertinente tome una decisión personal, lo cual hace perder el tiempo a todo el mundo. ¡Es mucho más fácil contar con un reglamento escrito y con algunas cláusulas de escape en caso de emergencia!
También es importante mantener los canales de comunicación y de toma de decisiones fluidos. Los obreros que saben que serán consultados sobre las cosas que les afecten a ellos y que son informados regularmente sobre lo que está sucediendo se sienten mucho más seguros.
Al propio tiempo, aquellos que trabajan en el extranjero deberían recordar que los administradores también pueden tener problemas. Con demasiada frecuencia los administradores se convierten en blanco de otras preocupaciones que en realidad no tienen nada que ver con ellos. Ellos también necesitan ser respetados y queridos. Necesitan tener a alguien con quien hablar, y merece la pena organizar alguna conferencia periódica para administradores.
ROCES CULTURALES
Nuestras relaciones los unos con los otros pueden volverse tensas simplemente porque venimos de trasfondos culturales distintos. Las creencias y los hábitos culturales se adquieren normalmente durante la niñez, así que cuando nos enfrentamos a unos modelos de comportamiento totalmente diferentes nos sentimos atacados en una parte muy arraigada de nuestra constitución. Por ejemplo, algunos escandinavos piensan que está mal mandar a los niños al colegio antes de cumplir los siete u ocho años, mientras que en otros países empiezan a ir a la escuela a los tres años. Esta diferencia puede convertirse en la manzana de la discordia. Cada persona defiende su propia manera de hacer las cosas como una forma de proteger su integridad nacional. Otras diferencias parecidas surgen en temas de vestido, de modales, de formas de trabajar y de vida en el hogar.
Las diferencias culturales entre extranjeros y nacionales del país anfitrión obviamente pueden hacer que las relaciones sean tensas. Los extranjeros que residen demasiado tiempo en el mismo lugar pueden impedir el desarrollo del liderazgo local, cosa que evidentemente crea un cierto resentimiento. Pueden ser motivo de ofensa a las costumbres locales por pura ignorancia, y aunque generalmente los nacionales comprenden y perdonan, los que no trabajan en contacto tan estrecho con los extranjeros pueden llegar a cortar las relaciones con ellos. En algunos países las exigencias familiares inciden en los patrones laborales. Los extranjeros, que tienen un sentido tribal muy poco desarrollado, puede que encuentren esto incomprensible e irritante.
La única manera de afrontar todo esto es aprender las costumbres locales tan rápido como sea posible, y después permanecer en la humilde posición de “tener que aprender” durante toda la carera en el extranjero. El buen humor ante los errores, el estar dispuesto a pedir perdón y una libertad cada vez mayor para comunicarnos y relacionarnos los unos con los otros pueden traer como resultado unas relaciones de amistad maravillosas con colegas nacionales locales.
Los extranjeros procedentes de distintos países de origen también pueden experimentar problemas de relación. El idioma puede crear algunos malentendidos importantes. Aun si el inglés es la lengua materna, no todo el mundo habla el mismo tipo de inglés. Por ejemplo, un británico y un norteamericano pueden llegar a no entenderse el uno con el otro, a pesar de comunicarse ambos en inglés. En caso de que el inglés sea la lengua habitual de comunicación pero sea la segunda lengua para algunos de los extranjeros del equipo, el problema puede ser incluso peor.
Las costumbres sociales también difieren. Para algunos puede que el día de Navidad sea una festividad importante. Para otros quizás lo sea la Nochebuena. Se puede ofender gravemente cuando no se comprenden los diferentes modelos de formación profesional de cada cual y el significado de las letras que se añaden tras el nombre de las personas. La disparidad económica puede crear algún conflicto o alguna situación embarazosa, especialmente cuando los hijos de los miembros del equipo tienen posesiones y estilos de vida enormemente distintos.
Uno de los mayores peligros al que se enfrentan los extranjeros, y que puede desembocar en una enfermedad mental o en trastornos en el seno del grupo, es la formación de una subcultura. En zonas aisladas en las que los extranjeros viven y trabajan juntos como una comunidad separada, las tensiones dentro del grupo pueden traer como consecuencia que éste se separe del mundo exterior. La gente se concentra en exceso en el problema interno y los niveles de estrés y tensión se elevan aún más. Al intentar hacerle frente a este tipo de conflicto se desarrolla una subcultura en la que ciertas maneras de reaccionar, de comportarse y de expresar la fe cristiana se convierten en norma. La conformidad con esta norma hace que los individuos sean aceptables, mientras que la no–conformidad conduce a acusaciones de falta de espiritualidad. El resultado final puede ser una epidemia de ansiedad, de pánico, de temor a la opinión de otras personas, de depresión y de una creciente incapacidad para afrontar las cosas. Al igual que ocurre con una epidemia física, los síntomas son infecciosos y la salud mental de algunos miembros de la subcultura puede verse afectada negativamente.
Hay dos cosas que le ayudarán a evitar este peligro. La primera es mantener un sano equilibrio entre el grupo de extranjeros (si es que debe existir en absoluto) y el mundo exterior mediante el contacto social diario y la integración personal. La segunda consiste en cuidar de cada aspecto de su personalidad. Tomarse unas vacaciones lejos del trabajo, mantener un interés en el mundo en su conjunto, leer y seguir adelante con sus aficiones, además de mantener siempre frescos su conocimiento profesional y su vida espiritual, le ayudará a disminuir el peligro de la subcultura. Tenga cuidado de no estar preocupado durante demasiado tiempo. Todos los cristianos se sienten cargados periódicamente por alguna necesidad especial, pero ese no es un estado mental permanente. La preocupación generalmente da paso a otros intereses más amplios. Si no es así, sería aconsejable que visitase a un médico, o al menos que se tomara unas cortas vacaciones lejos del ambiente de trabajo.
CONFLICTOS DE PERSONALIDAD
Con frecuencia podemos tener problemas para llevarnos bien con la gente porque tenemos diferentes personalidades y nos encontramos en distintos estadios de madurez. ¡Existen muchas y complicadas clasificaciones de tipos de personalidad y yo no pretendo utilizar ninguna de ellas! Habitualmente tenemos problemas con la personalidad de otras personas porque son o bien demasiado parecidas o bien demasiado diferentes de la nuestra. Por ejemplo, dos personas obsesivas a las que les gusta el orden y la pulcritud, hasta el punto de llegar a sentirse excesivamente ansiosas si las cosas están patas arriba, puede que sean completamente incapaces de llevarse bien. De hecho, no hacen más que empeorarse mutuamente. Del mismo modo, dos personas de naturaleza histriónica difícilmente pueden trabajar juntas. Un arrebato espectacular de una de ellas a menudo conducirá a la otra a una respuesta similar. Sin embargo, mezcle al obsesivo con el histriónico y la combinación puede resultar bastante buena.
La principal dificultad en el extranjero es que las personas puede que tengan que verse demasiado unas a otras. Simplemente no hay ningún lugar donde escapar los unos de los otros durante un rato. En circunstancias así resulta de gran ayuda recordar que el otro es el otro y que usted es usted. Ambos tienen derecho a tener su propia personalidad, pero también el deber de intentar frenar su acción abrasiva sobre los demás. Si se hace imposible vivir y trabajar juntos, entonces es mejor separarse y trabajar con otros.
Esto es justamente lo que hicieron Pablo y Bernabé después de que Juan Marcos hubiera derrumbado bajo la presión del trabajo. Bernabé decidió que como tío de Juan Marcos su deber era quedarse con su sobrino, pero Pablo se negó a llevar consigo al joven. Cuando se separaron, el Señor envió a Silas para que fuera el nuevo acompañante de Pablo. Es alentador ver que después de dejar pasar un tiempo para que las cosas se enfriaran y maduraran, Pablo y Juan Marcos hicieron las paces y se convirtieron de nuevo en colegas.
Cuando empezamos a pensar sobre nuestro propio tipo de personalidad es muy fácil sentir que Dios tiene sus favoritos. Parece haberle dado a otras personas una naturaleza calmada, plácida y de trato fácil, mientras que quizás nosotros tenemos que luchar con nuestra personalidad ansiosa y espinosa. De hecho, es posible que la otra persona esté teniendo la misma lucha pero que no habla de ello y por eso no sea tan obvio. Es importante recordar que Dios sabía exactamente lo que hacía cuando nos hizo, como dice el salmo 139. Nuestras personalidades pueden echarse a perder durante su desarrollo, pero en la medida en que Dios trabaja con nosotros para superar los problemas, terminamos siendo personas más fuertes porque hemos tenido de luchar.
Un aspecto importante de la personalidad de cualquier persona es su madurez. La inmadurez puede tener una profunda influencia sobre las relaciones personales. Erik Erikson enseñó que la personalidad se desarrolla en ocho etapas, en cada una de las cuales se aprende algo especial. Cosas como la confianza básica, la identidad personal, y la importancia de ser trabajador están relacionadas con diferentes etapas del desarrollo de la personalidad. Esto se describe en el libro de Gordon R. Lowe The Growth of Personality (El Crecimiento de la Personalidad) –véase la bibliografía.
Algunas personas, debido a serios problemas en una determinada etapa de su desarrollo, no han completado el aprendizaje necesario. Por ejemplo, quizás nunca hayan aprendido todo lo que es necesario para establecer una confianza elemental en los demás. Generalmente esto no les perjudica, ya que han aprendido lo suficiente como para arreglárselas. Sin embargo, si varias de las áreas de su personalidad están subdesarrolladas, esto puede dar lugar a la inmadurez, que provoca problemas no sólo al individuo personalmente, sino también a su capacidad para establecer relaciones. A menudo esto va acompañado de emociones negativas persistentes, tales como la amargura, el resentimiento, los celos y el odio. Estas son causa de mucha infelicidad para la persona implicada y para sus colegas.
He encontrado que resulta beneficioso enseñarle a estas personas la importancia de tratar las emociones negativas persistentes. Tomemos los celos como ejemplo. Se puede ayudar a la gente para que identifique los momentos de su vida en los que ha experimentado unos celos importantes. Con frecuencia estos momentos tienen relación con experiencias de la infancia. Empezar a comprender porqué otras personas provocaron tales celos, desarrollar una compasión hacia aquellos que le hicieron daño y ser capaz de perdonarlos puede ser una experiencia restauradora que, a su vez, haga que la gente avance hacia la madurez en las áreas dañadas de su vida.

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